martes, 12 de agosto de 2008

Azzurro

L'oro d'ell Azzurro - Joan Miró

Justo cuando entran los azzurri en el espectacular Nido de Pájaro de Pekín, oigo un avión a lo lejos que se acerca al aeropuerto de la Costa Brava. Acabo de tender la ropa y me voy en coche hasta el aeropuerto. Me da la sensación que me falta algo, pero al menos en la boda voy a estar bien elegante y no me olvido ni la chaqueta ni la camisa ni el cinturón ni los mocasines, que sea lo que Dios quiera.
El aeropuerto de la Costa Brava está a tope, hay unas colas interminables para facturar en cualquiera de los destinos posibles y se respira humanidad y tensión en el aire, a pesar del baño que me he dado hace poco tiempo en Figueres, ya estoy sudando como un pollo.
Allí ya está Itzi esperándome, tras facturar, pasar la zona de control de equipajes de mano, embarcar en el avión y sentarnos en nuestras butacas, coincidimos en que se nos ha tratado propiamente como a una piara.
Por suerte a 10.000 metros de altura parece que los ánimos de todos; pasajeros y tripulación, se calman y el vuelo hasta Forli pasa rápidamente entre conversaciones de puesta al día.
El aterrizaje es largamente aplaudido y en menos de cinco minutos estamos preguntando en el punto de información qué debemos hacer para llegar a Senigalia. El recibimiento de la chica del punto de información es tan cordial que me hace sentir como en casa. Lo mejor que podemos hacer es coger un taxi hasta la estación de trenes y después un tren con el que llegaremos a las once a Senigallia. Más fácil imposible, decidimos no alquilar una machina y un taxista de largo bigote y larga barba, que parece salido de un cómic de Astérix y Obélix nos lleva a la estación. El atardecer está llegando a su fin y para cuando entramos en el tren ya se ha hecho de noche.
El tren está casi lleno, pero encontramos un par de asientos libres en el primer vagón que entramos. Los pasajeros se dirigen a la playa, la mayoría gente joven que viene de la zona norte a pasar el fin de semana en el levante Adriático. Pasamos entre otros Rímini y Pésaro, y a las once de la noche nos apeamos en Senigallia donde nos viene a recoger en coche para llevarnos a Morro d’Alba.
Allí la mayoría ya ha llegado y casi han finiquitado la pizza. Por suerte han quedado unas porciones y unas cuantas Moretti pasan a formar parte de la historia inmediata. Estoy contento de estar aquí, de que haya llegado este día. Vania es la primera amiga de mi quinta que se casa, a las demás bodas a las que he ido las considero de la familia.
Ahora toca dormir, mañana será un día largo.
Ahhhh!! Que bien he dormido, a las 9 y media ya estoy dispuesto para la primerìssima colazzione dil giorno. El alberge es muy bueno, está situado en medio de un paraje de colinas onduladas que me recuerdan a la Toscana, lejos del mundanal ruido.
Pasamos unas buenas dos horas charlando con compañeros de Alex y Vania, en especial con Federico que nos hace una disertación sobre las consecuencias que acarrea en Italia llevar un doble catastro que discrimina entre lo rural y lo urbano, para digerir semejante charla me ha sido necesario beber unos cuantos zumos de sandia con manzana y de plátano con melocotón, un capuchino, un spresso ristretto, comer varios panini con queso fresco y mortadella, y unos bizcochos también caseros. Ufff, que llenazo!!!
Luego toca ir a darse un chapuzón a la playa. Vamos en coche hasta Ancona y después de Portonovo, nos metemos en una playa de piedras blancas a la que sólo se puede llegar andando. En frente un Adriático que está bastante furioso y detrás un acantilado cubierto de árboles. Para meterte al agua hay que ir con cuidado por que las olas sacuden con fuerza y puedes caer encima de las piedras que son del tamaño de pelotas de fútbol.
El baño me hace entrar hambre y sed. Bebemos unas cervezas y comemos algo rápido por que hay que comenzar a prepararse para la boda.
A mi me da tiempo de quedarme dormido mientras veo un partido de voley playa entre un par de países que ya no me acuerdo. Me visto y me doy cuenta de lo que se me ha olvidado: plancharme el cuello de la camisa... ya sabía yo...
Llegamos a la iglesia de San Fulgencio recientemente restaurada, por dentro es blanca y muy luminosa. Muy puntualmente llegan los novios y después de unas dos horitas de ceremonia litúrgica, arroz, fotos y felicitaciones, los novios abandonan Morro d’Alba para esperarnos en el hotel donde celebraremos el banquete.
Mientras esperamos el minibús que nos llevará hasta Senigallia, acabamos con las Moretti frías de la focacceria de la plaza mayor de Morro, vaya que cuando llegamos al hotel sólo nos da tiempo de beber unas copitas de cava y pasar a sentarnos en la mesa, cada una de las cuales lleva un nombre de una película, a mi mesa le han llamado “Mujeres al borde de un ataque de nervios”, jeje, solo espero que no me pongan somníferos en el gazpacho.
La cena alterna alegremente la comida y la bebida con música, lectura de poemas y baile que hace que la digestión se haga menos pesada. El mejor plato: unos spaghetti con berberechos que hay que comerlos con la servilleta bien atada al cuello para que no manchen, y si eres muy italiano te los comes mientras bailas al son de un twist italiano, si no eres italiano, mejor quédate en tu sitio y admíralos, de lo más feliniano!!
La cena acaba y los calores hacen que muchos, cuando ya se ha ido la gente respetable, acabemos refrescándonos en la piscina, Vania empieza a llamarme como si fuera mi madre y me dice que ya es hora de que salga de la piscina me vaya Morro d’Alba. Bueno, salgo de la piscina raudo por que no quiero ni pensar qué es lo que pasaría si refunfuño a la novia en una noche tan especial. La propietaria del albergue y su novio me lleva en su coche al albergue y allí esperamos al resto de crapulines con los que deberemos saludar al nuevo día.
Entre pitos y flautas, se nos hacen las 10 de la mañana, los últimos hemos acabado escuchando chistes de Eugenio con el sol bien alto y las últimas cervezas.
Los últimos serán los primeros. A las 12 del medio día ya estoy despierto y unas cuantas chicas y yo nos vamos a la playa a comer algo. Coincidimos en que hay que hartarse de pasta antes de volver a casa. El hartón es tal, que tenemos que pedir unas doggi bags.
Prendi il trenino e puoi l’aereo. Auguri ed a presto!!! Buon ritorno ragazzi!!