lunes, 17 de agosto de 2009

La Pedro Delgado 2009




Reconozco que la cena de ayer, si es que se puede llamar cena a una docena de cañas con sus correspondientes pinchos, no es la más recomendada por la UCI antes de una carrera de 168 km con cuatro puertos de montaña. Me ha salvado el haber dormido con un bidón de agua en la mesa camilla y haberme ido a la cama pronto. Cada cierto tiempo me he despertado con la boca más seca que la mojama y con calor. Momento para dar un trago y volver a conciliar el sueño.

Entre sueños oigo el despertador. Como siempre, en estas ocasiones, no me cuesta nada levantarme de la cama. Ducha, me visto, y desayuno unas galletas con nesquik. No tengo hambre y con tres galletas tengo suficiente, así que me llevo gominolas y barritas a tope en los bolsillos del maillot por que tarde o temprano va a apretar el hambre.

Salgo de casa de Pedro intentando no hacer ruido, Pedro, Geni y Ester han estado hasta hace poco en el salón bebiéndose unas copas. Saco la bici al descansillo de la escalera y antes de cerrar hago un repaso típico: teléfono, chip, licencia, guantes, gafas, el casco con la cabeza dentro… Ya puedo cerrar la puerta.

Salgo por el garaje de la urbanización. Lo primero que me encuentro es un coche con dos tíos que están montando sus bicis y preparándose para ir al acueducto, desde donde sale la carrera.

Empiezo a bajar hacia la salida. Son las siete y media del domingo 16 de agosto en Segovia, la ciudad empieza a funcionar tímidamente. Las cafeterías empiezan a abrir. Voy por Fernández Ladreda junto otros ciclistas más hasta Azoguejo. Tiene su encanto empezar al lado del acueducto romano. La Salida se hace desde la glorieta que hay al otro lado del acueducto. El arco de salida está colocado en el comienzo de la Avenida del Padre Claret, en subida adoquinada, fantástico para empezar.

Salida y neutralización hasta La Granja

La salida se da con unos cinco minutos de retraso, no tardan en oírse silbidos de impaciencia, además, por lo que oigo, deduzco que no soy el único que se va a comer un cochinillo después de la carrera. Esto es buen ejemplo de lo simple que es la vida: te tiras toda la semana esperando este acontecimiento y cuando llega te tiras todo el acontecimiento esperando que acabe para comerte un cochinillo.

El adoquinado es una constante bastante más pronunciada en Segovia que en otras ciudades. La avenida Claret a pesar de tener pinta de haberse reformado hace poco está adoquinada para darle aire de calzada romana.

Hay gente que sube por los canalillos laterales. Se oye un barullo general, los típicos que empiezan a adelantar posiciones con intención de llegar lo más adelante posible del enorme pelotón que ya se ve delante. Somos más de 1800 corredores inscritos. Salimos de la ciudad y nos dirigimos a La Granja. A pesar de ser un tramo neutralizado vamos a tope, las glorietas que vamos pasando se convierten en auténticos embudos, sin embargo no hay mucha tensión, todavía estamos dormidos.


El Puerto de Navacerrada
Por fin se ve La Granja. Pasamos una glorieta y nos dirigimos hacía Navacerrada. Unas cuantas rampas y en poco rato empezará la ascensión al puerto. Allí se ve el cartel del Puerto de Navacerrada: “Abierto”.

Hace un rato que andamos a buen ritmo entre altos pinos, que impiden que ni un solo rayo de luz aparezca sobre la carretera, aún y así, no hace frío. Poco a poco desaparecen los murmullos. Ya se ve la primera rampa. Fuera el plato: CLACK!! Subimos piñones, vamos chicos, todos a la vez!!! Chac, chac, chac, grrrr, grrrr, chac!!! Empieza la fiesta.

De lo primero que te das cuenta es que vas demasiado deprisa, quieres ir a tu ritmo, el que te va bien los domingos por la mañana, pero la corriente te arrastra inevitablemente. Tu vas deprisa pero los tíos que van a tu lado también van deprisa, entre otras cosa por que tu vas más deprisa de lo normal, se te ve en la cara, con el mismo esfuerzo mueves más desarrollo. ¿De donde sacas esas fuerzas? Es un círculo virtuoso, los unos nos alimentamos de la inspiración de los otros.

1, 2, 3, 4 y 5 curvas seguidas, las típicas de paella. Aquellas en las que ladera hacia arriba ves a los que te llevan un minuto o una curva, están en un nivel superior. Ladera abajo, están los que van un minuto detrás de ti. Después de las curvas seguimos ascendiendo progresivamente. Los carteles te van dando la bienvenida a las diferentes cotas, cada una de ellas es un logro: 1500, 1600, 1700 y 1800. Pronto aparece una pintada en el asfalto, 1KM. Trato de calmar mis ánimos, en vez de acabar coronando metiendo el plato trato de comerme una gominola y beber un poco de agua.

La vista es espectacular, a la izquierda se ve todo la provincia de Segovia, una llanura inmensa que se pierde entre la calima. Quedan unos pocos kilómetros de falso llano favorable que nos hace rodar a unos 35 - 40 km/h hasta llegar a Cotos. Una vez en cotos empieza la bajada. Aquí es donde registro la máxima velocidad de todo el día, 72 km/h. Debido a mi peso (ahora estoy en 87) bajo adelantando a gente casi sin ayuda de los pedales.

Llegamos a la civilización, Rascafría, donde nos esperan las peñas del pueblu encogorzados perdidos al son de Indurain, Indurain, Indurain. Los mozos nos ofrecen botellines de cerveza, obviamente ninguno de los ciclistas accede a la oferta, aunque está claro que nos los ofrecen por eso mismo. Todavía nos quedan tres puertos y 110 kilometros a meta.


La Morcuera a Lozoya.

Subir la Morcuera desde Madrid es un infierno, es un puerto corto pero tiene un par de tramos muy jodidos. Ahora bien, desde Rascafría es otra cosa. Es más agradable. Tiene una zona con unas curvas pero la pendiente es bastante aceptable. Se me pasa rápido. Lo único que me preocupa es que me estoy quedando sin agua. Por suerte aparece el cartel de 2km al avituallamiento. El avituallamiento esta a escasos 300 metros de coronar La Morcuera. No necesito descansar, relleno el bidón de agua, cojo un plátano, dos botellas de agua y dos aquarius. Me lo bebo todo en un momento. El plátano me lo como encima de la bici, antes de iniciar el descenso a Miraflores me lo he zampado. Bajo con la barriga a estallar de líquido. Pero se que una vez abajo mi aparato digestivo lo habrá absorbido como una esponja.

El descenso de la Morcuera es rapidísimo. En menos de lo que canta un gallo estás entrando en Miraflores. Una vez en la entrada del pueblo bajas la velocidad y te mentalizas para ascender a Canencia. Aquí no hay terreno de transición, acaba la bajada y debes de meter el plato pequeño y subir piñones para que la primera rampa (que es uno de los tramos más empinados de toda la marcha) no te pille desprevenido.

Canencia también se me hace corto. Está prácticamente cubierto de árboles, con lo que la ascensión se hace muy cómoda y fresca. Lo peor es el principio y el final. Al final del puerto hay un avituallamiento líquido, como todavía tengo agua en el bidón no me paro a beber.

Bajamos a toda velocidad hasta el pueblo de Canencia. Antes de llegar al pueblo, tenemos un tramo en el que hay que pedalear para mantener un buen ritmo. El viento pega con fuerza y se forman grupos. Me pongo en cabeza y empiezo a tirar fuerte hasta Canencia. Atravesamos el pueblo a toda velocidad, salimos y llegamos a la carretera que nos lleva hasta Lozoya. Hay que tirar fuerte, sigue entrando viento y hay que mantener el grupo. Nuestro grupo pronto alcanza al que tenemos delante. Entramos en Lozoya en un grupo de 30 corredores. Lozoya es el único puerto que no conozco, me da un poco de miedo. Le pregunto a un señor que va a mi lado. Me dice que quedan 12 km de subida hasta el puerto.

Puerto de Lozoya - Navafría

Empiezo a estar cansado. Llevamos 106 kilómetros, más doce quiere decir que coronamos a los 118. Voy a una media de 12 km/h, quiere decir que me voy a tirar una hora subiendo. Empiezo a subir y me entra sed, doy un trago y veo que entre la bajada hasta Canencia y el rodar hasta Lozoya me he bebido la mitad del bidón de agua. Saltan las alarmas, deberé administrarme lo poco que queda el agua con cabeza. La ascensión al Puerto de Lozoya es largo y con pendientes muy severas.

Voy a buen ritmo, intento ahorrar fuerzas. Sólo tengo un problema, se me duermen las manos y los pies. Trato de aflojarme los velcros de los guantes y de las zapatillas para que circule mejor la sangre por mis manos y pies. Me alivia temporalmente.

Empiezo a ver las primeras pájaras. Gente que ya no puede más y todavía le queda subir este puerto y llegar a Segovia, más de cuarenta kilómetros. Siempre pienso lo mismo, no quiero estar en su piel.

Pasamos la zona de las curvas. 6 curvas fuertemente inclinadas. Aprovecho esos momento para levantar el culo y bajar piñones. Entre curva y curva me siento y meto todo el desarrollo, me lo tomo con calma.

Los decimetros pasan lentos en el cuenta.

Empieza a haber público en la carretera, nos animan. Ya queda poco! nos dicen, menos de un kilómetro. Me levanto y bajo piñones. Adelanto a unos cuantos y corono con plato, vaya fantasma estoy hecho.

Collado Hermoso – Torrecaballeros – La Granja - Segovia

Ya está, se acabaron los puertos. Ahora queda bajar. Ya me he acabado el agua y todavía quedan más de quince kilómetros a Collado Hermoso. Veo que hay unos cuantos corredores que se han bajado de su bici y están llenando su bidón con la ayuda de un hombre que lleva un embudo con filtro. Lleno mi bidón después de hacer cola debidamente y retomo la bajada hasta la carretera de Segovia a Soria. Una vez allí el viento da de lleno. Quedan 35 kilómetros a meta. A una buena media tardamos un poco más de una hora. Peo para ello necesitas meterle coraje y aguantar el ritmo del primer grupo en el que te metas. Sino, lo llevas chungo. Con el viento, el calor y el cansancio acumulado que llevas es mejor que hagas el esfuerzo de seguir un pelotón a arriesgarte a que te de una pájara en último momento.

En Collado Hermoso, nos paramos a tomar unos aquarius, agua y un poco de fruta. Me subo a la bici rápidamente. En pocos metros se forma un buen grupo. Trato de no perder contacto. Hay veces que es complicado. Pierdes rueda, un metro, dos y en pocos segundos te sacan varias ruedas. Si pierdes el contacto quiere decir que eres primero de grupo, así que te toca tirar a ti del nuevo subgrupo y tragarte el viento de cara, Con un poco de suerte, los últimos metros te pasará alguien para enlazar definitivamente. Pero los metros de aproximación son tu responsabilidad.

Llegamos a Torrecaballeros, huele a asado que alimenta. Allí ya se ha consolidado el grupo. En vez de tirar directos hacia Segovia, nos desviamos hacia la Granja. Ese es el típico momento en el que te cagas en la organización por no cagarte en ti mismo. Todavía hay mucho viento y una repecho importante hasta La Granja. Giramos hacia la derecha y volamos rumbo a Segovia a velocidades puntas de 50 km/h.

Por suerte acabamos en el Polideportivo Pedro Delgado. Ya podemos descansar.

Recojo mi diploma. Por 8 minutos no he conseguido categoría de plata. Vaya.

Bueno, que se le va a hacer! Estoy satisfecho de mi rendimiento. Llamo a Pedro. Por suerte me queda batería en el teléfono. Voy a su casa y me ducho. Cogemos el coche y nos damos un pequeño homenaje.

Yo me como mi cochinillo vosotros no se que queréis pero yo lo tengo muy claro. Llamadme amante de los topicazos pero para mi Segovia es el acueducto, cochinillo y Pedro Delgado. Casí ná!!