lunes, 21 de julio de 2008

La pájara


“Pablo, déjalo, no pasa nada macho” eso es lo que me decía yo antes de subir al Rocacorba después de una pájara de campeonato en el kilómetro 90 y 130 kilómetros a mis espaldas. Y es que, pese haberme recuperado en el avituallamiento del kilómetro 100, os puedo asegurar que en vez de haber bajado en bici hubiese bajado en ambulancia.

Cuentan que Pirro, rey de Epiro (región de la Grecia clásica) al ver el campo de batalla en la que había vencido al ejercito romano y cayendo en la cuenta que había perdido a gran parte de sus soldados, dijo: “otra victoria como esta y volveré solo a Epiro”.

Desde entonces, conseguir una meta en la que el precio que hay que pagar para vencer es demasiado alto se suele llamar victoria pírrica o simplemente concluimos que el esfuerzo no ha valido la pena.

Llevaba bastante tiempo dándole vueltas al tema de las pájaras y el abandono de las fuerzas que todos podemos sufrir, ayer con otra muerte de una escaladora en Montserrat he acabado por llegar a una conclusión que espero que siempre pueda cumplir.

Esos terribles momemtos en los que empiezas a preguntarte ¿Por qué me meto en estos fregaos? o ¿se me va a resistir esta montaña? suelen preceder a la pérdida de la concentración, la calma y la alegria. Y entonces comienzas a cometer fallos que no hacen más que malgastar las pocas fuerzas que te quedan y descubre que tu cara es un mapa de sufrimiento, con los dientes apretados, respirando entre las muelas y con los pómulos hacia arriba que hacen que se te cierren los ojos.

El abandono de las fuerzas es bastante gradual, pero a veces la pájara puede llegar casi sin llamar a la puerta. Normalmente te invade una sed terrible y ganas de comer grandes cantidades de fruta madura. Más tarde te comienza a faltar el aire, empiezas a ahogarte y a sollozar involuntariamente como un niño pequeño con el objetivo de que te entre algo de aire en los pulmones y puedes acabar desmayandote. Obviamente un desmayo en según que circunstancias puede tener consecencias muy graves y eso es algo que hay que evitar.

Nadie está a salvo de las debilidades y limitaciones de nuestro cuerpo, ya podemos tener una fuerza de voluntad ferrea que cuando nuestro cuerpo se rompe y dice que no es que no. Por lo tanto, y esto es a veces muy dificil, hay que saber decir: basta, hasta aquí he llegado.

Pero por desgracia los humanos somos muy cabezones, muy exigentes con los demás e incluso con nosotros mismos, tantos años después de la victoria de Pirro seguimos en las mismas, sin saber que una retirada a tiempo vale más que mil victorias.