Hace mucho tiempo me encontraba en casa de mi abuela en Barcelona en una de las escasas ocasiones en que mis primos de Madrid, mis abuelos, mis padres, mis tíos y mi hermano coincidíamos en el piso de la calle de Provenza, al lado de la inacabada Sagrada Familia. Era un domingo de boquerones, de paella y si te quedabas con hambre siempre había entrecotes en la nevera para saciar el hambre de los más exigentes.
Pero en aquella ocasión la paella no la cocinaba mi abuela, como era habitual, sino que la cocinaba mi padre. Uno de mis primos, Charly, parecía no estar muy contento con el cambio de cocinero habitual. Mi padre intentaba consolar a mi primo desde la cocina exclamando orgullosamente: “Mi paella es mucho mejor que la de la Lili” (así llamábamos todos a mi abuela paterna) a lo que mi primo decía con escepticismo y pragmatismo aplastante: “Eso es imposible, la Lili ha hecho muchas más paellas que tu y te ha enseñado a hacer la paella, por lo tanto ella sabe más y a ella le sale mejor ¿Verdad Lili?”, parecía imposible convencer a mi primo de que mi padre hacia la paella mejor que nuestra abuela, pero nuestra abuela respondió algo que apredí ese día y que, hasta entonces, creía que no era posible: “A veces el alumno supera al maestro”.
Muchos domingos después, probablemente mil, Carlos Muniesa, recientemente adicto a la bicicleta, ha venido a visitarme a Figueres. El objetivo de la visita es salir en bicicleta por las montañas que rodean la zona.
La ruta que elijo es la misma que la que hice hace un mes y pico empezando desde Albanyà y que me costó dos pinchazos.
Esta vez afronto la ruta con más alimento (bocadillos, fruta, chocolate), más agua, más cámaras de recambio para las ruedas y sobretodo, en compañía de un colega.
Ya en la primera subida Carlos me demuestra que tiene un buen arranque, se sitúa siempre delante durante el primer tramo de subida. A los 18 km empieza otra fuerte subida hasta el primer punto de descanso. Otra vez, Carlos, vuelve a colocarse delante y simplemente no puedo seguir su ritmo. Sólo a pocos metros del final de la subida puedo bajar unos cuantos piñones y colocarme de pie para llegar una rueda por detrás de la bicicleta de de Carlos.
Después un pequeño bocadillo y unas chocolatinas, montamos otra vez en las bicis y bajamos menos de lo que recordaba para empezar a subir la ascensión más dura de la etapa. Aproximadamente 8 kilómetros sin parar y siguiendo la estela de Muniesa que va sobrado. Yo le sigo a duras penas, pero no voy cómodo. Esta subida debería de bastar con el plato pequeño y el gran piñón. Pero estaría agradecido en poder subir más piñones.
La bicicleta de Carlos es bastante antigua, por tanto lleva unos desarrollos diferentes a los míos. Sus desarrollos requieren más potencia, menos vueltas pero necesitas hacer más fuerza, a pesar de eso tira fácilmente.
Vuelvo a preguntarme que hago allí y cuando se acabará la subida. Para colmo nos encontramos con un capullo que baja ocupando casi toda la pista con su Mercedes cuadrado como una caja de zapatos y tenemos que parar para que el señorcito pase, vaya huevos, con esta pendiente es difícil volver a retomar la marcha.
Al cabo de demasiado rato llegamos a la segundo punto de descanso. Ya llevamos treinta y pico kilómetros.
Comemos otro poco más. Me doy cuenta que mi rueda delantera está levemente frenada por que no está bien centrada. No se cuanto tiempo llevo así pero me temo que hace bastante tiempo, incluso salidas, por que no recuerdo la última vez que desmonté la rueda delantera.
El cansancio ya no me lo quita nadie. Ya solo nos queda llegar a la cota de 1100 metros y una larga bajada de 15 kilómetros. En la bajada Carlos se queda atrás. La bici vieja tiene un inconveniente claro y objetivo, al margen de gustos por las relaciones de cambios: le falta horquilla delantera, y la bajada está plagada de piedras e incómodos baches, las manos y los brazos sufren.
He de reconocer, que esta vez, en la subida Carlos me ha superado con creces. Es complicado reconocerlo, pero “a veces el alumno supera al maestro”.
Pero en aquella ocasión la paella no la cocinaba mi abuela, como era habitual, sino que la cocinaba mi padre. Uno de mis primos, Charly, parecía no estar muy contento con el cambio de cocinero habitual. Mi padre intentaba consolar a mi primo desde la cocina exclamando orgullosamente: “Mi paella es mucho mejor que la de la Lili” (así llamábamos todos a mi abuela paterna) a lo que mi primo decía con escepticismo y pragmatismo aplastante: “Eso es imposible, la Lili ha hecho muchas más paellas que tu y te ha enseñado a hacer la paella, por lo tanto ella sabe más y a ella le sale mejor ¿Verdad Lili?”, parecía imposible convencer a mi primo de que mi padre hacia la paella mejor que nuestra abuela, pero nuestra abuela respondió algo que apredí ese día y que, hasta entonces, creía que no era posible: “A veces el alumno supera al maestro”.
Muchos domingos después, probablemente mil, Carlos Muniesa, recientemente adicto a la bicicleta, ha venido a visitarme a Figueres. El objetivo de la visita es salir en bicicleta por las montañas que rodean la zona.
La ruta que elijo es la misma que la que hice hace un mes y pico empezando desde Albanyà y que me costó dos pinchazos.
Esta vez afronto la ruta con más alimento (bocadillos, fruta, chocolate), más agua, más cámaras de recambio para las ruedas y sobretodo, en compañía de un colega.
Ya en la primera subida Carlos me demuestra que tiene un buen arranque, se sitúa siempre delante durante el primer tramo de subida. A los 18 km empieza otra fuerte subida hasta el primer punto de descanso. Otra vez, Carlos, vuelve a colocarse delante y simplemente no puedo seguir su ritmo. Sólo a pocos metros del final de la subida puedo bajar unos cuantos piñones y colocarme de pie para llegar una rueda por detrás de la bicicleta de de Carlos.
Después un pequeño bocadillo y unas chocolatinas, montamos otra vez en las bicis y bajamos menos de lo que recordaba para empezar a subir la ascensión más dura de la etapa. Aproximadamente 8 kilómetros sin parar y siguiendo la estela de Muniesa que va sobrado. Yo le sigo a duras penas, pero no voy cómodo. Esta subida debería de bastar con el plato pequeño y el gran piñón. Pero estaría agradecido en poder subir más piñones.
La bicicleta de Carlos es bastante antigua, por tanto lleva unos desarrollos diferentes a los míos. Sus desarrollos requieren más potencia, menos vueltas pero necesitas hacer más fuerza, a pesar de eso tira fácilmente.
Vuelvo a preguntarme que hago allí y cuando se acabará la subida. Para colmo nos encontramos con un capullo que baja ocupando casi toda la pista con su Mercedes cuadrado como una caja de zapatos y tenemos que parar para que el señorcito pase, vaya huevos, con esta pendiente es difícil volver a retomar la marcha.
Al cabo de demasiado rato llegamos a la segundo punto de descanso. Ya llevamos treinta y pico kilómetros.
Comemos otro poco más. Me doy cuenta que mi rueda delantera está levemente frenada por que no está bien centrada. No se cuanto tiempo llevo así pero me temo que hace bastante tiempo, incluso salidas, por que no recuerdo la última vez que desmonté la rueda delantera.
El cansancio ya no me lo quita nadie. Ya solo nos queda llegar a la cota de 1100 metros y una larga bajada de 15 kilómetros. En la bajada Carlos se queda atrás. La bici vieja tiene un inconveniente claro y objetivo, al margen de gustos por las relaciones de cambios: le falta horquilla delantera, y la bajada está plagada de piedras e incómodos baches, las manos y los brazos sufren.
He de reconocer, que esta vez, en la subida Carlos me ha superado con creces. Es complicado reconocerlo, pero “a veces el alumno supera al maestro”.
Siempre me quedará el consuelo de la bajada
4 comentarios:
Tio!! Has olvidado comentar lo mas importante!! Imaginese el lector la sorpresa de Mr.Pablo, cuando llegamos a la altura maxima de ruta despues de 30 kms de sudada, y comprueba el estado de su bici... y oh, sorpresa... la rueda iba frenada desde el principio!!! (recomiendo 10 minutillos de mantenimiento para la proxima salidita!!). Estoy seguro que en la proxima salida plantaras cara... ya lo espero.
¡Qué emoción!, Pablo, que recuerdes con tanto cariño aquellas comidas en casa de la Lili. Realmente, de eso hace mil domingos, pero... lo bueno es que nos sigue gustando reunirnos y pasarlo bien juntos cuando podemos, aunque las ausencias pesen. Sigue escribiendo, Pablo, que así las distancias no lo son tanto. Y a ver si la próxima vez que vengas por Madrid podemos coincidir todos.
lo q pasa es que carlos iba dopao tio, q no te enteras.
es lo q se lleva en el ciclismo actualmente...
y por otro lao... mmmmmm, paella!! q ganas de comer una, aunque no se cuando sera la proxima.
bueno, un abrazo y a ver si te kedas un dia en casa viendo el futbol
Tio!! Muniesa!!! te has leído el post en diagonal, ¿como se me va a olvidar semejante detalle? Nos vemos en el Montseny este sábado!!
Jeff, la próxima paella te la puedes cocinar en tu kelo de Bristol, o si no deberás esperar a esta Navidad a ver si cae algo.
Eponine, la próxima vez que vaya por madrid a ver si nos cocinas uno de tus cociditos ricos ricos!!
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