Este último fin de semana de junio me tocaba la Pedals de Foc Nonstop, en su modalidad Oro.
Una carrera de orientación para bicicletas de montaña alrededor del parque Nacional de Aigües Tortes i Sant Maurici, con 220 kilómetros de recorrido de los cuales la mitad son en subida y, una vez finalizados, se llega a acumular cinco mil quinientos metros de ascensión vertical.
Existen tres modalidades para completar los 220 kilómetros: en un día “oro” o en dos días, para lo que puedes elegir hacer 150 km el primer día y 70 km el segundo dia: que es la modalidad “plata” o bien 105 km. el primer día y 115 km. el segundo, esa es la modalidad “bronce”.
La salida se hace desde Vielha a las 5 de la mañana. Para eso los corredores nos hemos tenido que levantar aproximadamente entre las cuatro menos cuarto y las cuatro y cuarto. Mi compañero de habitación, también oro, y yo nos hemos puesto el despertador a las cuatro menos cuarto. Se desayuna fuerte, el día va a ser duro y largo. El comedor del hotel a esa hora está lleno de corredores vestidos de luces y los nervios flotan en el aire. No es para menos.
Nada más empezar (con un foco frontal) desde el centro de Vielha hay que subir por una pista hasta incorporarse a la N-230 justo antes de meterse al tunel de Vielha. La primera en la frente que se dice, pero la haces tranquilamente. Una vez salimos del tunel ya no hace falta el foco, ha amanecido y pese a que todavía no nos calientan los rayos del sol se ve perfectamente y no hace falta más el frontal, allí alcanzo mi velocidad máxima de todo el día 67 km/h. Llegamos al Pantano de Senet, bordeándolo por su margen izquierda, el paisaje es precioso e inmejorable para empezar el día, el día promete. Seguimos bajando por el margen del Noguera Ribagorçana, cruzándolo varias veces hasta llegar a Vialler, momento para el primero de los 10 controles, es el pkm. 30 y ya llevamos dos horas pedaleando, pero te sabe a nada, todavía estás emocionado y ves a gente riendo e ilusionada. En todos los controles hay que parar obligatoriamente a firmar conforme has cumplido con el recorrido y si quieres puedes alimentarte, en este primer control tomo un zumo de naranja y un poco de chocolate.
A partir de ese momento empieza la fiesta. Coll de Seserreres es la segunda subida pero consideraré que es la primera que se hace notar, aunque todavía estamos frescos, justo después empieza la bajada hacia Llesp, de las más bonitas y cómodas de todas puesto que todavía tienes fuerzas para disfrutar de paisaje del Vall de Boí y del pedaleo, es uno de los momentos más felices del día, para mi, ya voy solo y he dejado detrás de mi un monton de escaladores que van a otro ritmo más tranquilo. La recompensa es enorme, toda la Vall de Boí solo para mi. A lo lejos, en una cota mucho más baja, veo un grupetto de cinco que bajan a tope. No obstante mientras estoy intentando leer el roadbook que hay que llevar obligatoriamente en el manillar de la bici, pierdo de vista la pista y casi estoy a punto de meterme en una rodada bastante peligrosa, cosa que hace que derrape y se me salten los pies de los pedales y me de un golpe con uno de los pedales en el tobillo izquierdo, por suerte no caigo pero el dolor me molestará más adelante.
Una vez en Llesp empieza el Camí de l’Aigua, camino técnico con bastantes tramos a pie. Eso me hace pensar que la Pedals de Foc no es sólo pistas comodas y que tiene tramos en los que vamos a sufrir y empujar entre barros y charcos de agua. Después viene la tercera subidita, al pueblito de Irgo, por pista de asfalto pero muy empinada, llegamos al segundo control, 9 de la mañana. Allí ya empiezo a comer fruta y el cuerpo me pide la primera de las muchas Cocacolas del día.
Acto seguido, bajada hacia Malpas y luego empezamos la subida a Coll de Peranera, Coll de Sas y Coll de Fades. En ese momento, cuando empiezas esta ascensión llevas 67 km. Empiezo la subida muy bien, pero poco a poco voy perdiendo ritmo, en una pequeña bajada que hay antes de llegar a Sas me pasa un tío y me pregunta: “¿Qué tal vas?” Y me sale del interior decirle, con otras palabras, que “comienzo a notar el cansancio”. Ya llevo seis horas y pico encima de la bici y sólo pensar lo que me queda me hace pasar una primera crisis.
Después llega el tercer control, diez y tres cuartos de la mañana aproximadamente. Allí el cuerpo me pide sólido y no puedo resistirme a un bocadillo de jamón con queso, Cocacola, plátanos, chocolate y aprovechar para poner un poco de aceite en la cadena, se me pasa la crisis.
Después, bajada hasta Mola d’Amunt para subir hasta Coll d’Oli, muy duro y largo. Además para rematar el último tramo subiendo a pie y equivocándonos unos cuantos participantes y yo debemos recular pocos metros pero cada metro cuenta a estas alturas. Además, la bajada es bastante técnica, varias veces pongo los pies en el suelo.
Justo cuando acaba esta bajada, llegamos a Torre de Cabdella, final del primer día para los Bronce, mañana ellos continuan a las cinco de la mañana. Allí, este es el cuarto control, no me apetece comer nada, aún y así relleno los depósitos de agua por que ahora, desde el pkm. 105, a unos 1080 metros de altura, hasta el pkm 121 viene el Coll del Triador a 2138 metros de altura. Aproximadamente dos horitas y pico de subida, un infierno que recorres a una velocidad de entre cinco y siete kilómetros por hora, en el que me pregunto por qué se llama así este puerto continuamente, sufro el primer delirio del día, el sol y el esfuerzo hacen que por mi cabeza pase una y otra vez el mismo nombre, Triador, Triador, Triador, hasta que acabo desvinculando la palabra del lugar, transformándola en un seguido de silabas que rondan mi cabeza constantemente como si se tratara del cri-cri de un grillo. En un momento de lucidez acabo pensando que Triador en catalán literalmente podria traducirse por Escogedor o en su defecto Seleccionador. Un seleccionador natural que ayudado de una fuerte y prolongada pendiente y un sol justiciero va ordenando, cual director de orquesta, quien pilla una pájara y quien no.
El termómetro no baja de los 30 grados en ningún momento, a mitad de subida ya me he bebido el litro y medio de agua que había repostado en Torre de Cabdella, así que no me queda más remedio que rellenar los bidones en un riachuelo que baja cargado de agua helada a riesgo de coger una cagalera. Pero la sed y el miedo a la deshidratación hace que me apetezca incluso beberme el agua de los charcos, asi que ¿Cómo no voy a beber de estos rios de aguas cristalinas ya lo suficientemente mineralizadas?
Allí, en el Triador, empiezas a ver las primeras pájaras, vómitos y caras de arrepentimiento. A mí, a pesar de todo, se me da especialmente bien. Con lo que no contaba es con lo que viene después de la coronación del Triador, donde encuentro el quinto control.
Durante el quinto control (14:30), en lo alto del Triador, mientras bebo un Danup y como un platano, veo lo que parece ser una interminable bajada, pero que en realidad es un falso llano, que visto desde arriba y con las ganas que tienes de bajar, me da la sensación de ser la superbajada del siglo.
Pero nada más alejado de la realidad, eso es un espejismo, los casi veinte kilómetros que quedan por delante hasta el sexto control sólo son trepidantes en su primer kilómetro, al girar hacia la izquierda, te quedas clavado y hay que quitar el plato grande y subir piñones. Se puede ir girando el plato mediano y jugando con los piñones superiores y así te da una satisfactoria sensación de ir tachando kilómetros. Pero cada vez, la pista se hace más y más empinada, además vas viendo que tarde o temprano se gira a la derecha y la pista sube en diagonal hasta los 2268 metros de altura a su paso por el Coll de la Portella (techo de la Pedals). Después de una rápida bajada, se sigue subiendo hasta el Coll de la Creu, donde está el sexto control. Alli empieza la bajada hasta Espot por la estación de esquí de Superespot.
La bajada es rapidísima, dura para las manos y los brazos, se sufre pero en poco rato estamos en el séptimo control de Espot, donde pasarán la noche los de la modalidad Plata. Llevamos 150 kilómetros y son las seis y pico de la tarde.
Una vez allí tomamos la carretera hasta Son, pasando por Jou, este tramo, a pesar de lo bónito que es la Vall de l’Aneu, es de los más aburridos de la carrera puesto que es por una carretera de asfalto bastante pesada. Lo comento al día siguiente en el desayuno y algunos me dicen que si se quita esa parte la única solución es ir por senderitos mucho más difíciles y lentos cosa que sería peor y más dificil.
En Son, me remojo por completo la cabeza en una fuente. A partir de allí empieza un sendero y una bajada por un camino de cabras en el que me sorprendo de cómo a esas alturas los reflejos pueden reaccionar todavía ante el peligro. Vamos a parar a la carretera que va al lado de la Bonaigua.
Afrontamos la última parte de la carrera, de los restantes 50 kilómetros treinta son casi todos seguidos en subida continua y los veinte últimos en bajada .
En Alós d’Isil me tomo un ibuprofeno de 600 mg esperando que mi rodilla derecha, que me ha empezado a molestar en Espot, mejore un poco. Además refresco mis piernas en la fuente. Parece que el frío me va bien para la rodilla. Cuando más sufro es cuando tengo que levantar el culo del sillín. Levantar el culo del sillín no es síntoma de debilidad como suelen comentar algunos periodistas iluminados, es un cambio de postura básico que sirve para aumentar la velocidad y para aliviar el roce inevitable que produce el sillín, pero que hace sufrir más al corazón.
Empieza les Bordes d’Isil que es un camino que va bordeando el Noguera Pallaresa, que baja rugiendo lleno de agua y con un poco de viento en contra.
Después de un tramo de sube y baja bastante trepidante, llegamos al refugio de Montgarri. Firmar, Cocacola y a la bici. Todavía quedan subidas fuertes hasta el Pla de Beret. Subidas en la que ya empiezo a estar harto, especialmente en Pla de Beret. De plano no tiene nada y encima hay cientos de vacas y cavallos pastando felices que nos miran con cara de incertidumbre y nos mugen y relinchan sin parar. Este es mi segundo delirio del día, deben de preguntarnos “¿Qué hacéis infelices? ¿Dónde creéis que os lleva esta forma de vida? Miradnos, nosotros/as si que somos felices, no tenemos que preocuparnos ni de de alimentar a nuestras terneras o potrillos puesto que todo este prado, en el que vuestra élite viene a pasar el invierno, es nuestro de mayo a octubre, momento en el que nos refugiamos en una granja… Siii, para que nos manden al matadero, pero si hay algo seguro amigo ciclista es que ningún ser vivo se libra del matadero”
Después de este delirante ataque de envidia que me ha dado al ver como viven las vacas y los caballos toca bajar. Aún quedan unas cuantas putadas, escaleras, piedras y algo de barro. Pero empieza a oler a Vielha. Incluso hay un tramo en el que pongo el plato grade y empiezo a rodar como un campeón junto con tres tíos más.
En la meta están estos tres ciclistas que han llegado unos segundos antes que yo y los controladores, no hay aplausos ni periodistas en la meta. Doy mi número de participante, 268, que me ha acompañado durante toda la aventura. Son más de las nueve y media y seguidamente me voy al hotel, a escasos 200 metros de la meta, me dicen que he quedado entre el nº 70 y el 80, muchos animales en la pedals de foc.
Dejo la bici y me ducho. Me visto, y una vez en el comedor, ceno acompañado de otros ciclistas con los que explicamos anecdotas e intercambiamos impresiones con una merecida cerveza en mano. Mientras, reviso el cuenta kilómetros: 15:20 horas pedaleando sólo 1:30 horas parado. Algunos tambien han padecido delirios, uno me comenta que cada curva y cada prado le parecia el mismo, que tenía la impresión de haber entrado en un ciclo sin salida.
Cuesta dormir después de semejante tute, tienes sueños raros y el corazón late con demasiada fuerza. Son más de dos litros de coca cola y dos más de bebidas tonificantes. Amén de casi ocho litros de agua.
Al día sigiente a las ocho ya estoy con los ojos como platos y unas ganas de desayunar brutales.
Ahora ya ha pasado todo. El dolor en la rodilla persiste, pero se puede soportar. Sólo queda volver a casa.
Una carrera de orientación para bicicletas de montaña alrededor del parque Nacional de Aigües Tortes i Sant Maurici, con 220 kilómetros de recorrido de los cuales la mitad son en subida y, una vez finalizados, se llega a acumular cinco mil quinientos metros de ascensión vertical.
Existen tres modalidades para completar los 220 kilómetros: en un día “oro” o en dos días, para lo que puedes elegir hacer 150 km el primer día y 70 km el segundo dia: que es la modalidad “plata” o bien 105 km. el primer día y 115 km. el segundo, esa es la modalidad “bronce”.
La salida se hace desde Vielha a las 5 de la mañana. Para eso los corredores nos hemos tenido que levantar aproximadamente entre las cuatro menos cuarto y las cuatro y cuarto. Mi compañero de habitación, también oro, y yo nos hemos puesto el despertador a las cuatro menos cuarto. Se desayuna fuerte, el día va a ser duro y largo. El comedor del hotel a esa hora está lleno de corredores vestidos de luces y los nervios flotan en el aire. No es para menos.
Nada más empezar (con un foco frontal) desde el centro de Vielha hay que subir por una pista hasta incorporarse a la N-230 justo antes de meterse al tunel de Vielha. La primera en la frente que se dice, pero la haces tranquilamente. Una vez salimos del tunel ya no hace falta el foco, ha amanecido y pese a que todavía no nos calientan los rayos del sol se ve perfectamente y no hace falta más el frontal, allí alcanzo mi velocidad máxima de todo el día 67 km/h. Llegamos al Pantano de Senet, bordeándolo por su margen izquierda, el paisaje es precioso e inmejorable para empezar el día, el día promete. Seguimos bajando por el margen del Noguera Ribagorçana, cruzándolo varias veces hasta llegar a Vialler, momento para el primero de los 10 controles, es el pkm. 30 y ya llevamos dos horas pedaleando, pero te sabe a nada, todavía estás emocionado y ves a gente riendo e ilusionada. En todos los controles hay que parar obligatoriamente a firmar conforme has cumplido con el recorrido y si quieres puedes alimentarte, en este primer control tomo un zumo de naranja y un poco de chocolate.
A partir de ese momento empieza la fiesta. Coll de Seserreres es la segunda subida pero consideraré que es la primera que se hace notar, aunque todavía estamos frescos, justo después empieza la bajada hacia Llesp, de las más bonitas y cómodas de todas puesto que todavía tienes fuerzas para disfrutar de paisaje del Vall de Boí y del pedaleo, es uno de los momentos más felices del día, para mi, ya voy solo y he dejado detrás de mi un monton de escaladores que van a otro ritmo más tranquilo. La recompensa es enorme, toda la Vall de Boí solo para mi. A lo lejos, en una cota mucho más baja, veo un grupetto de cinco que bajan a tope. No obstante mientras estoy intentando leer el roadbook que hay que llevar obligatoriamente en el manillar de la bici, pierdo de vista la pista y casi estoy a punto de meterme en una rodada bastante peligrosa, cosa que hace que derrape y se me salten los pies de los pedales y me de un golpe con uno de los pedales en el tobillo izquierdo, por suerte no caigo pero el dolor me molestará más adelante.
Una vez en Llesp empieza el Camí de l’Aigua, camino técnico con bastantes tramos a pie. Eso me hace pensar que la Pedals de Foc no es sólo pistas comodas y que tiene tramos en los que vamos a sufrir y empujar entre barros y charcos de agua. Después viene la tercera subidita, al pueblito de Irgo, por pista de asfalto pero muy empinada, llegamos al segundo control, 9 de la mañana. Allí ya empiezo a comer fruta y el cuerpo me pide la primera de las muchas Cocacolas del día.
Acto seguido, bajada hacia Malpas y luego empezamos la subida a Coll de Peranera, Coll de Sas y Coll de Fades. En ese momento, cuando empiezas esta ascensión llevas 67 km. Empiezo la subida muy bien, pero poco a poco voy perdiendo ritmo, en una pequeña bajada que hay antes de llegar a Sas me pasa un tío y me pregunta: “¿Qué tal vas?” Y me sale del interior decirle, con otras palabras, que “comienzo a notar el cansancio”. Ya llevo seis horas y pico encima de la bici y sólo pensar lo que me queda me hace pasar una primera crisis.
Después llega el tercer control, diez y tres cuartos de la mañana aproximadamente. Allí el cuerpo me pide sólido y no puedo resistirme a un bocadillo de jamón con queso, Cocacola, plátanos, chocolate y aprovechar para poner un poco de aceite en la cadena, se me pasa la crisis.
Después, bajada hasta Mola d’Amunt para subir hasta Coll d’Oli, muy duro y largo. Además para rematar el último tramo subiendo a pie y equivocándonos unos cuantos participantes y yo debemos recular pocos metros pero cada metro cuenta a estas alturas. Además, la bajada es bastante técnica, varias veces pongo los pies en el suelo.
Justo cuando acaba esta bajada, llegamos a Torre de Cabdella, final del primer día para los Bronce, mañana ellos continuan a las cinco de la mañana. Allí, este es el cuarto control, no me apetece comer nada, aún y así relleno los depósitos de agua por que ahora, desde el pkm. 105, a unos 1080 metros de altura, hasta el pkm 121 viene el Coll del Triador a 2138 metros de altura. Aproximadamente dos horitas y pico de subida, un infierno que recorres a una velocidad de entre cinco y siete kilómetros por hora, en el que me pregunto por qué se llama así este puerto continuamente, sufro el primer delirio del día, el sol y el esfuerzo hacen que por mi cabeza pase una y otra vez el mismo nombre, Triador, Triador, Triador, hasta que acabo desvinculando la palabra del lugar, transformándola en un seguido de silabas que rondan mi cabeza constantemente como si se tratara del cri-cri de un grillo. En un momento de lucidez acabo pensando que Triador en catalán literalmente podria traducirse por Escogedor o en su defecto Seleccionador. Un seleccionador natural que ayudado de una fuerte y prolongada pendiente y un sol justiciero va ordenando, cual director de orquesta, quien pilla una pájara y quien no.
El termómetro no baja de los 30 grados en ningún momento, a mitad de subida ya me he bebido el litro y medio de agua que había repostado en Torre de Cabdella, así que no me queda más remedio que rellenar los bidones en un riachuelo que baja cargado de agua helada a riesgo de coger una cagalera. Pero la sed y el miedo a la deshidratación hace que me apetezca incluso beberme el agua de los charcos, asi que ¿Cómo no voy a beber de estos rios de aguas cristalinas ya lo suficientemente mineralizadas?
Allí, en el Triador, empiezas a ver las primeras pájaras, vómitos y caras de arrepentimiento. A mí, a pesar de todo, se me da especialmente bien. Con lo que no contaba es con lo que viene después de la coronación del Triador, donde encuentro el quinto control.
Durante el quinto control (14:30), en lo alto del Triador, mientras bebo un Danup y como un platano, veo lo que parece ser una interminable bajada, pero que en realidad es un falso llano, que visto desde arriba y con las ganas que tienes de bajar, me da la sensación de ser la superbajada del siglo.
Pero nada más alejado de la realidad, eso es un espejismo, los casi veinte kilómetros que quedan por delante hasta el sexto control sólo son trepidantes en su primer kilómetro, al girar hacia la izquierda, te quedas clavado y hay que quitar el plato grande y subir piñones. Se puede ir girando el plato mediano y jugando con los piñones superiores y así te da una satisfactoria sensación de ir tachando kilómetros. Pero cada vez, la pista se hace más y más empinada, además vas viendo que tarde o temprano se gira a la derecha y la pista sube en diagonal hasta los 2268 metros de altura a su paso por el Coll de la Portella (techo de la Pedals). Después de una rápida bajada, se sigue subiendo hasta el Coll de la Creu, donde está el sexto control. Alli empieza la bajada hasta Espot por la estación de esquí de Superespot.
La bajada es rapidísima, dura para las manos y los brazos, se sufre pero en poco rato estamos en el séptimo control de Espot, donde pasarán la noche los de la modalidad Plata. Llevamos 150 kilómetros y son las seis y pico de la tarde.
Una vez allí tomamos la carretera hasta Son, pasando por Jou, este tramo, a pesar de lo bónito que es la Vall de l’Aneu, es de los más aburridos de la carrera puesto que es por una carretera de asfalto bastante pesada. Lo comento al día siguiente en el desayuno y algunos me dicen que si se quita esa parte la única solución es ir por senderitos mucho más difíciles y lentos cosa que sería peor y más dificil.
En Son, me remojo por completo la cabeza en una fuente. A partir de allí empieza un sendero y una bajada por un camino de cabras en el que me sorprendo de cómo a esas alturas los reflejos pueden reaccionar todavía ante el peligro. Vamos a parar a la carretera que va al lado de la Bonaigua.
Afrontamos la última parte de la carrera, de los restantes 50 kilómetros treinta son casi todos seguidos en subida continua y los veinte últimos en bajada .
En Alós d’Isil me tomo un ibuprofeno de 600 mg esperando que mi rodilla derecha, que me ha empezado a molestar en Espot, mejore un poco. Además refresco mis piernas en la fuente. Parece que el frío me va bien para la rodilla. Cuando más sufro es cuando tengo que levantar el culo del sillín. Levantar el culo del sillín no es síntoma de debilidad como suelen comentar algunos periodistas iluminados, es un cambio de postura básico que sirve para aumentar la velocidad y para aliviar el roce inevitable que produce el sillín, pero que hace sufrir más al corazón.
Empieza les Bordes d’Isil que es un camino que va bordeando el Noguera Pallaresa, que baja rugiendo lleno de agua y con un poco de viento en contra.
Después de un tramo de sube y baja bastante trepidante, llegamos al refugio de Montgarri. Firmar, Cocacola y a la bici. Todavía quedan subidas fuertes hasta el Pla de Beret. Subidas en la que ya empiezo a estar harto, especialmente en Pla de Beret. De plano no tiene nada y encima hay cientos de vacas y cavallos pastando felices que nos miran con cara de incertidumbre y nos mugen y relinchan sin parar. Este es mi segundo delirio del día, deben de preguntarnos “¿Qué hacéis infelices? ¿Dónde creéis que os lleva esta forma de vida? Miradnos, nosotros/as si que somos felices, no tenemos que preocuparnos ni de de alimentar a nuestras terneras o potrillos puesto que todo este prado, en el que vuestra élite viene a pasar el invierno, es nuestro de mayo a octubre, momento en el que nos refugiamos en una granja… Siii, para que nos manden al matadero, pero si hay algo seguro amigo ciclista es que ningún ser vivo se libra del matadero”
Después de este delirante ataque de envidia que me ha dado al ver como viven las vacas y los caballos toca bajar. Aún quedan unas cuantas putadas, escaleras, piedras y algo de barro. Pero empieza a oler a Vielha. Incluso hay un tramo en el que pongo el plato grade y empiezo a rodar como un campeón junto con tres tíos más.
En la meta están estos tres ciclistas que han llegado unos segundos antes que yo y los controladores, no hay aplausos ni periodistas en la meta. Doy mi número de participante, 268, que me ha acompañado durante toda la aventura. Son más de las nueve y media y seguidamente me voy al hotel, a escasos 200 metros de la meta, me dicen que he quedado entre el nº 70 y el 80, muchos animales en la pedals de foc.
Dejo la bici y me ducho. Me visto, y una vez en el comedor, ceno acompañado de otros ciclistas con los que explicamos anecdotas e intercambiamos impresiones con una merecida cerveza en mano. Mientras, reviso el cuenta kilómetros: 15:20 horas pedaleando sólo 1:30 horas parado. Algunos tambien han padecido delirios, uno me comenta que cada curva y cada prado le parecia el mismo, que tenía la impresión de haber entrado en un ciclo sin salida.
Cuesta dormir después de semejante tute, tienes sueños raros y el corazón late con demasiada fuerza. Son más de dos litros de coca cola y dos más de bebidas tonificantes. Amén de casi ocho litros de agua.
Al día sigiente a las ocho ya estoy con los ojos como platos y unas ganas de desayunar brutales.
Ahora ya ha pasado todo. El dolor en la rodilla persiste, pero se puede soportar. Sólo queda volver a casa.