jueves, 19 de noviembre de 2009

Euskadi Extrem 2009


A Mario Durango y a Sigüen

Ya hace bastante tiempo que debería haber colgado este post, pero entre pitos (viajes por todos lados) y flautas (me robaron el ordenata) he tenido que posponer este post hasta hoy.
Es una lástima lo del ordenador, no tanto porque sea una herramienta insustituible. De hecho en casa hemos rescatado dos pc’s que teníamos de hace años y que todavía funcionan bien. El problema está en todas las cosas que lleva dentro, fotos, música, configuraciones, favoritos, etc. En fin, que les aproveche, y que sean así todos los problemas de la vida.

Casi tenía acabado el post de la Euskadi Extrem que se disputó el pasado puente del Pilar entre las localidades de Lekeitio y Laguardia. NO sé a que estaba esperando para publicarlo. El caso es que ya se ha perdido todo lo que escribí. Ahora no voy a poder reescribirlo todo tal y como lo había planteado, casi curva por curva. Pero desde la distancia quizás salga algo diferente, menos bicicleta. Vamos a ver.

Lekeito - Vitoria

El caso es que llegué a Lekeitio y lo que más quería era comerme un chuletón en buena compañía, sin embargo me tuve que contentar con un par de pinchos en una solitaria barra de un bar en el que sonaba sin cesar un concurso de bertsolaris por la tele. Obviamente yo no me enteraba de nada de lo que decían pero el caso es que me he quedé embobado oyéndolo da la impresión como si lo que importa no es lo que se diga si no como se dice. El que más me gustaba era al que más aplaudían, un tipo alto y delgado con gafitas, joven, que vestía con ropa de montaña y que a diferencia de sus contrincantes también poseía un buen dominio de la voz y sobre todo no le vibraba como a los demás, el público rompía en aplausos mucho antes que acabara, la verdad es que era emocionante.

Con un poco de emoción y pesadumbre me recogí hacía el hotel dando un paseo por el puerto. Preparé todo lo del día siguiente a conciencia y me metí en la cama. Dormí del tirón. Ni nervios ni insomnio. Auténtico descanso.

Durante la carrera todo fue bien hasta la bajada de Eloitz. Fu-fu-fu-fu, los molinos daban vueltas sin parar a toda velocidad y nosotros, los corredores, los contemplábamos con admiración y en silencio, todo potencia. En la bajada me precipité y cometí el error de pasarme un desvío a la izquierda perdiendo unos varios minutos. Así que tuve que volver sobre mis pasos maldiciendo entre dientes mi equivocación. Y allí estaba Mario, el que sería mi compañero de fatigas durante el resto de la carrera. Aunque el largo ascenso a Urkiola (menudo suplicio) lo subimos cada uno a nuestro aire nos dio tiempo a compartir una barrita que a mí me salvó de una buena pájara que empezaba a asomar la cabeza peligrosamente. Fue divertido ir con Mario, a la entrada de Vitoria, casi desde Legutiano íbamos a tope rodando por encima de los 30 km/h todo el rato, decidí copiar la estrategia de Mario, mucha cadencia a pesar de llevar el plato grande.

Una vez en Vitoria, después de haber recogido la maleta para ducharme, quedé con Sigüen, un colega de Segovia. Sigüen tuvo la amabilidad de, a pesar del poco tiempo que hace que nos conocemos, venirme a buscar, esperar a que limpiase la bici, tomar unas cañas conmigo y mantener una agradable conversación sobre todo un poco, unas risas, invitarme a cenar junto con sus compañeros de trabajo en el restaurante donde trabaja y dejarme dormir en su casa. ¡¡La verdad que un detallazo tío!! Eso se que queda grabado para siempre.

A la mañana siguiente me volví a encontrar en la zona de salida con Mario que se había ido a dormir a Durango. Empezamos a muy buen ritmo. Pero al salir del Vasco Navarro y empezar a ir hacia el sur, nos encontramos con lo peor: Barro como por un tubo. Todos sabíamos que eso podía pasar. Barro y lluvia a estas alturas del año en el País Vasco (y el Condado de Treviño) es lo normal. Lo único que nos fastidiaba es que llevaba sin llover casi todo el verano y podría haber aguantado un poco más. El caso es que el barro impedía en algunos casos cambiar al plato pequeño, así que he tuve que hacer un montón de palanca para ascender en algunos tramos, lo que me dejaba totalmente exhausto para la bajada. A pesar de todo, subiendo por según que pendientes con plato mediano te sientes muy superior. En condiciones normales, en según que rampas pones molinillo y punto, pero cuando no te queda más remedio que seguir con el mediano, como mínimo lo intentas, y cuando lo intentas te das cuenta que ain’t no mountain high enough!!! Y vas pasando y pasando a la gente y todos miran tu desarrollo y van comentando que si estás loco y esos son los mejores momentos de la vida.

Al final, esta la meta. La tierra prometida. A pesar del barro y la lluvia, a pesar del cansancio y de los 170 kilómetros, acabas y llegas a la meta. A la ducha, con la ropa seca una buena comida en buena compañía.

Después de la comilona, con todo el cansacio a cuestas agradecí un montón que Mario me acompañase en coche hasta Lekeitio. Otro detalle más que me llevo de este fin de semana.
Gracias a Mario y a Sigüen. Espero veros pronto.

domingo, 27 de septiembre de 2009

Matahombres 2009


Son las 7:40 de la mañana, ya vuelvo a estar solo, encima de la bici, otra vez. Acabo de dejar en el aeropuerto a Raoul. Vaya fin de semana, sin parar desde el jueves por la mañana. Pero me hace ilusión que venga gente a visitarme. Curiosamente los únicos que han venido hasta ahora son los compañeros del master. Podría preferir estar tranquilito en casa pero me va el lío este de ir i venir, buscar a Raoul en no se si la T4 o la T2 o la T1, da igual, yo las visito todas.

A las 7:40, ya comienza a refrescar más de lo normal en la carretera, a estas horas todavía no ha salido el sol e ir en maillot de manga corta encima de la bici obliga a que me ponga a hacer un poco de molinillo los primeros kilómetros. A estas horas no hay nadie en el carril bici. La carretera de Colmenarejo está abarrotada de currantes madrugadores. Yo voy a contra corriente. Ir solo puede llegar a ser aburrido. Desde luego mucho más que acompañado. Aunque el que vaya a tu lado lleve un ritmo inferior al tuyo. Lo bonito es saber esperar. Ya me lo enseñaron hace tiempo.

¿Por qué estoy encima de la bici a estas horas? ¿Que hago entonces? ¿Me vuelvo a meter a la cama? No tiene sentido. Quizás tampoco tenga mucho sentido estar aquí encima con la paliza que nos metimos ayer. Pero algo tendré que entrenar para el próximo sábado, cronoescalada a Abantos, y el domingo otra vez montaña.

No tengo muy claros los proyectos que tengo entre manos. Demasiadas variables, poca información, se necesita demasiado dinero ¿de donde lo saco?

Ayer a estas horas estábamos acabando de desayunar. Todavía teníamos que montar las bicis, bueno, ponerle las ruedas.

Ya van unas cuantas con Raoul: la Behobia Donosti de 2007. Esa estuvo bien, me pillé el lunes de vacaciones. Acabas más jodido, físicamente, sobre todo las articulaciones, las rodillas, tobillos y cadera parece que te muerdan los nervios. Una carrera a pié de 20 kilómetros fastidia más que 80 encima de la bici de montaña. Aunque el coco es otra cosa. Al final son muchas horas encima de la bicicleta. Ayer nos tiramos 5 horas y media para hacer 82 kilometrazos. Duros, si señor. Me acuerdo que en el kilómetro 3 o 4, tanto da, de la Behobia Donosti de 2007 me giré para ver por donde andaba Raoul. Estaba unos diez metros detrás de mí. Yo le hice ese gesto que se hace a veces en el que intentas decir: “oye, mira, yo tiro, si no te importa, me siento bien para ir un poco más fuerte, siempre y cuando no te importe quedarte solo”, claro que también se puede interpretar como un gesto más egoísta: “mira tío tu ritmo me va a dejar más jodido de lo que me va a dejar el mío, así que hay te quedas”. En mi caso fue la primera interpretación. Yo creo que él, con su señal de contestación me dijo: “tira tranquilo”. Así que tiré. No obstante siempre me quedó un regustillo amargo por no haberlo hecho juntos. Luego comimos en lo Viejo, sin cambiarnos de ropa, sólo con algo de abrigo encima, yo chuletón y ellos pescado, en La Cepa, me acuerdo.

Otra: la carrera de orientación en Fountainehead, Virginia, a escasos 50 kilómetros de Washington D.C. Octubre pasado, hacía un calor pegajoso en la Costa Este. Desde luego, mucho más que en Madrid. Aquí hacía temperatura ya para ir en pantalón largo y camisa de manga larga. Pero en Washington hacía un calor pegajoso. Esa carrera es de las más largas que he hecho nunca. La verdad es que estuvo bien. Era por parejas, y eso si que era una novedad. Siempre acostumbrado a ir a mi bola. En esta no cabía más que ir juntos. Podríamos haberlo hecho juntos, pero lo importante es compartir ¿no? Quizás me di cuenta demasiado tarde. Es lo que le pasa al protagonista de Into the Wild, se da cuenta demasiado tarde. Alexander Supertramp. ¡¡Que tío más grande!! El caso es que nosotros íbamos en nuestra canoa, yo no veía a Raoul, que iba en la proa. Yo en la popa, no sabía ya como ponerme, ¡¡que río!! No se acababa nunca, agua y más agua.

Esta vez, en Teruel ha tenido que ser, también lo hemos hecho juntos, colaborando en equipo. Pero agua, agua, la que caía del cielo y la poca que nos cabía en los bidones.

Había subidas en las que me iba, si, pero lo hacía como entrenamiento personal, con mi peso, cada vez acercándome más a los 80, pero por la parte superior, vale la pena superar las rampas de más de un 15% a toda leche si no quiero perder el equilibrio, luego espero a Raoul, tranquilamente.

Y lo bueno de ir juntos sobre todo, es antes y después de la carrera, después de cenar, con la barriga llena no apetece ir a la cama y nos sentamos a conversar: ¿Por qué hacemos esto? ¿Por que hay otros 698 zumbados con las piernas depiladas, vestidos de lo que comúnmente se denomina julandrón, con bicicletas, la mayoría de ellas de más de mil euros, que han llegado desde lejos a este rincón remoto a darse semejante paliza? Sacamos nuestras propias conclusiones, basadas en estudios y artículos que hemos ido leyendo no sabemos donde a lo largo de nuestras vidas. Los homo sapiens sapiens llevamos mucho tiempo sufriendo y antes sufrieron los neandertales, y antes los erectus y antes los habilis, y antes los astralopithecus y así hasta que eramos unos micos que dormiamos encima de los arboles y nuestra peor pesadilla era que nos caíamos del árbol, nuestra peor pesadilla es esa, caernos de un edificio. Hay gente que controla la caída del sueño y aprovecha para dar una vuelta volando, esos quizás sean un escalafón más en la evolución de los homos. Y cuando conseguían una presa lo celebraban por todo lo alto, se bebían zumos de plantas que llevaban fermentando ni se sabe cuanto tiempo, comían setas y bayas que les trasladaba a otra realidad. Unos eran cazadores los otros recolectores, y todo eso se ha guardado en nuestro ADN como si de una pintura rupestre se tratase, y hoy en dia en nuestro ADN tenemos un lío de cojones que no sabemos como desenmarañar, lo mejor es darle a los pedales y luego tomarse unas cervezas, nos lo pide nuestro cuerpo por que llevamos haciendo las mismas locuras casi por instinto, por que lo llevamos escrito y estamos marcado con ellos, unos se tiran cinco horas encima de la bici al borde de la pérdida del conocimiento (como ese que hemos visto al que le quedaban escasos 500 metros, dando bandazos de izquierda a derecha de la calle, con los ojos blancos, ya no sabía ni darle a los pedales) y otros se tiran hasta las 9 en una discoteca, su maratón particular. Quizás el gen de la locura no existe, simplemente vivimos en una sociedad demasiado cómoda. ¿Qué es eso de darle a un botón y encontrarse la compra en la puerta de tu casa? A cambio de unas cifras menos en tu cuenta corriente un chaval te trae la compra a casa. Y ese chaval tampoco se ha ido de caza. No estamos diseñados para quedarnos quietos. Esa es la clave para entender semejantes locuras.

miércoles, 16 de septiembre de 2009

Col de L'Izoard


L’Izoard – 30 de junio de 2009

Sigo con las piernas pesadas. Pasamos a una chica con pinta de triatleta. A los cien metros Manolo se lanza ¿un ataque?¿Otra locura? Salgo a su rueda. No, me dice, que os voy a tirar una foto. Bueno, yo no paro, ya que me has lanzado macho, sigo.

El primer tramo es bastante tendido, un poco rompe piernas, quizás. Incluso hay zonas de bajada a favor. Nos hemos adentrado en un valle, hacia el este, por el que, a la derecha, baja un río. Pronto llego a Cervières, un pequeño pueblecito a orillas de un río que baja cargadito de agua. Allí hay que seguir por la carretera y se cambia de orientación. El Col de l’Izoard está en dirección Sur, se ve al fondo el pico con el mismo nombre, aunque sinceramente, no se si es el de la izquierda o el de la derecha. En cualquiera de los dos casos, ambos picos imponen, allí no hay vegetación.

La primera curva después del pueblo me permite ver los demás, que vienen por detrás. No los llego a diferenciar, hay un buen numero de ciclistas, aunque ese de amarillo es Luís, sin duda, y esa de rosa es la triatleta. Delante también empiezo a ver nuevas presas. Grupos de amigos que suben, suben y suben.

Paso por unas cabañas, Le Laus, y a partir de ahí, no más de 500 metros, empiezan las curvas, a la derecha la primera y a la izquierda la segunda. Subo fuerte, me siento inspirado. Podría ir más despacio, pero, joder, vamos a dejarnos un poco la piel, que me he metido un desayuno para esto y luego viene el aperitivo, la comida, la siesta y la cena. Subírtelo a mala leche, aprieta los dientes en cada una de las curvas. Hasta trece curvas cuento (así te entretienes encima de la bici), y veo una larga recta que asciende a lo largo de una pradera, además la breve ausencia de pinos me deja ver lo que me queda, casi nada, veo tres curvas todavía muy a lo lejos y quien sabe que habrá que hacer para llegar allí, ¿Será eso?¿Seguro? Quizás no, es lo malo de no saber a donde vas, ni llevar cuenta kilómetros, sorpresas y más sorpresas. Miro hacia atrás, por favor que no venga nadie… Tengo suerte, subo más solo que la una, hace rato que no pasan ni tan siquiera motos. Jadeo desde hace un buen rato. Llego al final de la recta y sigo por la curva que gira a mano izquierda, un poco de respiro, como me gustan las curvitas, otra, otra, otra, suman ya… ¿Cuántas llevaba? Ya se te ha olvidado otra vez, joder Pablo te pasa siempre, ¿en que vas pensando? Como en la piscina. Me está empezando la locura del ciclista. Demasiadas cosas en la cabeza.

Se acaban los pinos. Si, hay que subir hasta esas curvas, no queda más remedio, ahora lo veo más claro. Además se ven ciclistas tomando lentamente esas curvas como si fuesen hormigas rojas. Desde aquí no se les ve la bicicleta, pero por la forma de avanzar seguro que son ciclistas, un movimiento uniforme aún y siendo subida, demasiado lento para ser una moto, desde aquí es imposible ver si .

Eso de ahí es un refugio, pone algo de Napoleón, ahora, ahora lo leo, Refuge Napoleón, ya me lo imagino pasando por aquí con las tropas con ganas de conquistar, esperando que los ingleses dijesen enough is enough, hasta aquí has llegado chaval. Me pregunto si le hubiese gustado el ciclismo. Necesitaría una bici pequeña, con desarrollos duros, aún y así ascendería en bailón, con un pedaleo cuadrado, forzado, sería el rey de la montaña, un héroe nacional, y Carla Bruni se enamoraría de él, dejaría a Nicolás con mucho pesar, o quizás seguirá con ambos, menage a trois, consentido por los franceses, cosas que sólo pueden pasar en Francia, como aguillotinar a la nobleza, como sus quesos, sus vinos, carnes y embutidos, son los mejores. Los franceses le llamarían Emperador, los italianos Il Ogro d’Ajaccio, los alemanes Das FahrradKaiser. Subiría con cara de estar más que exhausto, no se podría llevar la mano a su tripa, tendría que esperar a que acabe el puerto, pero nadie le seguiría, y sus hermanos, enchufados, no le llegarían ni a la suela de los zapatos. Su absurda obsesión por no dormir más de cuatro horas al día lleva de cabeza a todos sus médicos, algún día le daría algo, algún día, un médico inglés le diría basta chaval, ça, ça c’est beaucoup, trop mon petit amie, hasta aquí has llegado, se retiraría lejos de la montaña, a una isla, harto de tanta montaña.

Dejo a Napoleón afronto las primera de las cuatro últimas curvas. Dos a derecha y dos a izquierda. Las que son a izquierda, están suspendidas en el aire, reforzadas por grandes muros de piedra. Parecen torres de una fortaleza. Atacar, sin piedad, primero una y luego la otra por este orden. Cae la primera torre, la segunda por mucho que se enroque no tiene nada que hacer, vas a caer, ya no hay quien me pare y cuando caigas vas a llevarme hasta la cima, por fuera pareces temible, quizás soy yo quien juzga con malos ojos, pero, eso si, por dentro eres lisa como una hoja de papel, al final me has ayudado a llegar eres mi curva preferida de hoy quien sabe si la de todo el viaje. Hay muchas otras, ya he perdido la cuenta hace rato, pero que más da eso. Me quedo contigo.

Montgenevre


Briançon - Del 28 de junio al 4 de julio de 2009

Estoy empezando a oír voces que no tienen nada que ver con el sueño, me son familiares, una voz dice algo así como “No se, macho, estoy acojonado” otra le responde “Bueno, joder, con tranquilidad… si hemos subido cosas peores” una nueva voz, más fresca, entra en escena “¿cuantos kilómetros tocan hoy?”, nadie contesta, la segunda voz vuelve a intentar calmar los ánimos de la primera “pero que lo más duro ya lo pasamos ayer, joder, a partir de ahora es todo más suave”. Montgenevre, Sestriere, L’Izoard, Lautaret, Galibier y Alpe d’Huez.

Se oye casi todo perfectamente, un poco distorsionado, y eso que estoy en la buhardilla de la casa. No tengo puertas en mi habitación, las voces se cuelan por las escaleras, rebotan en el techo y llegan a mis oídos, alguna palabra no la oigo bien, pero la tensión se podría cortar con un cuchillo.

¿Estos tíos ya están desayunando? Habíamos quedado a las ocho ¿Qué hora debe de ser? La luz entra a raudales por una de las dos ventanas incrustadas en el techo. Me incorporo… Estoy jodido. Menudo tute llevo encima. La pedals de este año me ha dejado destrozado, 17h:11min, los cuadriceps los tengo como auténticos troncos, me han pesado hasta en sueños. Menuda paliza con pajarón en el kilómetro ochenta. La madre que los parió, cambiaron un par de tramos que nos fastidiaron a todos, el año que viene no vuelvo. En comparación con el primer año me ha parecido como darme de cabezazos contra un muro. Y ayer todo el día en el coche, Vielha, Toulouse, Montpellier, Marsella, Provenza, Embrun y Briançon. Si yo siento algo ahora es que también, como la primera voz, estoy acojonado.

Desde la terraza de la casa se ve, Briançon. Siguen hablando de los planes de la semana. Que si Lautaret está a la izquierda, Montgenevre al frente, Izoard a la derecha. Da igual donde haya que ir, todo desde el primer momento va a ser subiendo.

Montgenevre – 29 de junio de 2009

Metro cero. ¿Qué hace este? Ya empieza a hacer el gracioso de buena mañana. Jaja, me rió mirando a los demás con cara de no haber digerido el desayuno, ellos no le encuentran la gracia. Yo empiezo a no encontrar ni tan siquiera el sentido, pero le tengo que seguir, es mi tío. Estamos en las calles de Briançon, plato de 39 de buen comienzo. A nadie le ha dado tiempo de calentar y este ya va a tope, y no es una gracia, me pongo a su altura y le miro, no está de coña. Tiene esa expresión en la cara a medias entre el esfuerzo, miedo y una media sonrisa de loco.

En pocos momentos hemos sacado bastantes metros a los demás. Salimos de Briançon, falso llano hasta el principio de la ascensión a Montgenevre. Este va con su platazo desde el primer momento y no lo quita hasta la primera curva. Me lleva con el corazón a mil. ¿Cómo lo hace? Que este tío me dobla la edad, y yo voy a cumplir treinta la semana que viene. ¿Cómo se puede subir así con sesenta palos, dos nietas, la mano vendada y sin haber calentado? No se, o está como un toro o se ha levantado inspirado… o ambas cosas a la vez. Concéntrate Pablo por que le vas a perder la rueda. Vete, vete, no, no, déjate que me llevas jodido. Miro hacia abajo, y un par de curvas hacia abajo llegan Manolo, Luís y Esteban. Y otra vez, tira, tira, que no, que yo sigo a tu rueda, pero si quieres que te marque el ritmo me lo dices y acabamos juntos. Este pasa de todo, sube a su ritmo, que ya es un poco más normal. Se acaban las curvas. Ahora se sube ladeando, allí está la estación, me dice, ya lo veo. Allí les esperamos. ¿Tu llevas reloj? Si, pues en cuanto lleguemos a la rotonda esa mira a ver cuanto les sacamos, me dice jadeando. Bueno, pues han sido cuatro minutos treinta y cinco.

lunes, 17 de agosto de 2009

La Pedro Delgado 2009




Reconozco que la cena de ayer, si es que se puede llamar cena a una docena de cañas con sus correspondientes pinchos, no es la más recomendada por la UCI antes de una carrera de 168 km con cuatro puertos de montaña. Me ha salvado el haber dormido con un bidón de agua en la mesa camilla y haberme ido a la cama pronto. Cada cierto tiempo me he despertado con la boca más seca que la mojama y con calor. Momento para dar un trago y volver a conciliar el sueño.

Entre sueños oigo el despertador. Como siempre, en estas ocasiones, no me cuesta nada levantarme de la cama. Ducha, me visto, y desayuno unas galletas con nesquik. No tengo hambre y con tres galletas tengo suficiente, así que me llevo gominolas y barritas a tope en los bolsillos del maillot por que tarde o temprano va a apretar el hambre.

Salgo de casa de Pedro intentando no hacer ruido, Pedro, Geni y Ester han estado hasta hace poco en el salón bebiéndose unas copas. Saco la bici al descansillo de la escalera y antes de cerrar hago un repaso típico: teléfono, chip, licencia, guantes, gafas, el casco con la cabeza dentro… Ya puedo cerrar la puerta.

Salgo por el garaje de la urbanización. Lo primero que me encuentro es un coche con dos tíos que están montando sus bicis y preparándose para ir al acueducto, desde donde sale la carrera.

Empiezo a bajar hacia la salida. Son las siete y media del domingo 16 de agosto en Segovia, la ciudad empieza a funcionar tímidamente. Las cafeterías empiezan a abrir. Voy por Fernández Ladreda junto otros ciclistas más hasta Azoguejo. Tiene su encanto empezar al lado del acueducto romano. La Salida se hace desde la glorieta que hay al otro lado del acueducto. El arco de salida está colocado en el comienzo de la Avenida del Padre Claret, en subida adoquinada, fantástico para empezar.

Salida y neutralización hasta La Granja

La salida se da con unos cinco minutos de retraso, no tardan en oírse silbidos de impaciencia, además, por lo que oigo, deduzco que no soy el único que se va a comer un cochinillo después de la carrera. Esto es buen ejemplo de lo simple que es la vida: te tiras toda la semana esperando este acontecimiento y cuando llega te tiras todo el acontecimiento esperando que acabe para comerte un cochinillo.

El adoquinado es una constante bastante más pronunciada en Segovia que en otras ciudades. La avenida Claret a pesar de tener pinta de haberse reformado hace poco está adoquinada para darle aire de calzada romana.

Hay gente que sube por los canalillos laterales. Se oye un barullo general, los típicos que empiezan a adelantar posiciones con intención de llegar lo más adelante posible del enorme pelotón que ya se ve delante. Somos más de 1800 corredores inscritos. Salimos de la ciudad y nos dirigimos a La Granja. A pesar de ser un tramo neutralizado vamos a tope, las glorietas que vamos pasando se convierten en auténticos embudos, sin embargo no hay mucha tensión, todavía estamos dormidos.


El Puerto de Navacerrada
Por fin se ve La Granja. Pasamos una glorieta y nos dirigimos hacía Navacerrada. Unas cuantas rampas y en poco rato empezará la ascensión al puerto. Allí se ve el cartel del Puerto de Navacerrada: “Abierto”.

Hace un rato que andamos a buen ritmo entre altos pinos, que impiden que ni un solo rayo de luz aparezca sobre la carretera, aún y así, no hace frío. Poco a poco desaparecen los murmullos. Ya se ve la primera rampa. Fuera el plato: CLACK!! Subimos piñones, vamos chicos, todos a la vez!!! Chac, chac, chac, grrrr, grrrr, chac!!! Empieza la fiesta.

De lo primero que te das cuenta es que vas demasiado deprisa, quieres ir a tu ritmo, el que te va bien los domingos por la mañana, pero la corriente te arrastra inevitablemente. Tu vas deprisa pero los tíos que van a tu lado también van deprisa, entre otras cosa por que tu vas más deprisa de lo normal, se te ve en la cara, con el mismo esfuerzo mueves más desarrollo. ¿De donde sacas esas fuerzas? Es un círculo virtuoso, los unos nos alimentamos de la inspiración de los otros.

1, 2, 3, 4 y 5 curvas seguidas, las típicas de paella. Aquellas en las que ladera hacia arriba ves a los que te llevan un minuto o una curva, están en un nivel superior. Ladera abajo, están los que van un minuto detrás de ti. Después de las curvas seguimos ascendiendo progresivamente. Los carteles te van dando la bienvenida a las diferentes cotas, cada una de ellas es un logro: 1500, 1600, 1700 y 1800. Pronto aparece una pintada en el asfalto, 1KM. Trato de calmar mis ánimos, en vez de acabar coronando metiendo el plato trato de comerme una gominola y beber un poco de agua.

La vista es espectacular, a la izquierda se ve todo la provincia de Segovia, una llanura inmensa que se pierde entre la calima. Quedan unos pocos kilómetros de falso llano favorable que nos hace rodar a unos 35 - 40 km/h hasta llegar a Cotos. Una vez en cotos empieza la bajada. Aquí es donde registro la máxima velocidad de todo el día, 72 km/h. Debido a mi peso (ahora estoy en 87) bajo adelantando a gente casi sin ayuda de los pedales.

Llegamos a la civilización, Rascafría, donde nos esperan las peñas del pueblu encogorzados perdidos al son de Indurain, Indurain, Indurain. Los mozos nos ofrecen botellines de cerveza, obviamente ninguno de los ciclistas accede a la oferta, aunque está claro que nos los ofrecen por eso mismo. Todavía nos quedan tres puertos y 110 kilometros a meta.


La Morcuera a Lozoya.

Subir la Morcuera desde Madrid es un infierno, es un puerto corto pero tiene un par de tramos muy jodidos. Ahora bien, desde Rascafría es otra cosa. Es más agradable. Tiene una zona con unas curvas pero la pendiente es bastante aceptable. Se me pasa rápido. Lo único que me preocupa es que me estoy quedando sin agua. Por suerte aparece el cartel de 2km al avituallamiento. El avituallamiento esta a escasos 300 metros de coronar La Morcuera. No necesito descansar, relleno el bidón de agua, cojo un plátano, dos botellas de agua y dos aquarius. Me lo bebo todo en un momento. El plátano me lo como encima de la bici, antes de iniciar el descenso a Miraflores me lo he zampado. Bajo con la barriga a estallar de líquido. Pero se que una vez abajo mi aparato digestivo lo habrá absorbido como una esponja.

El descenso de la Morcuera es rapidísimo. En menos de lo que canta un gallo estás entrando en Miraflores. Una vez en la entrada del pueblo bajas la velocidad y te mentalizas para ascender a Canencia. Aquí no hay terreno de transición, acaba la bajada y debes de meter el plato pequeño y subir piñones para que la primera rampa (que es uno de los tramos más empinados de toda la marcha) no te pille desprevenido.

Canencia también se me hace corto. Está prácticamente cubierto de árboles, con lo que la ascensión se hace muy cómoda y fresca. Lo peor es el principio y el final. Al final del puerto hay un avituallamiento líquido, como todavía tengo agua en el bidón no me paro a beber.

Bajamos a toda velocidad hasta el pueblo de Canencia. Antes de llegar al pueblo, tenemos un tramo en el que hay que pedalear para mantener un buen ritmo. El viento pega con fuerza y se forman grupos. Me pongo en cabeza y empiezo a tirar fuerte hasta Canencia. Atravesamos el pueblo a toda velocidad, salimos y llegamos a la carretera que nos lleva hasta Lozoya. Hay que tirar fuerte, sigue entrando viento y hay que mantener el grupo. Nuestro grupo pronto alcanza al que tenemos delante. Entramos en Lozoya en un grupo de 30 corredores. Lozoya es el único puerto que no conozco, me da un poco de miedo. Le pregunto a un señor que va a mi lado. Me dice que quedan 12 km de subida hasta el puerto.

Puerto de Lozoya - Navafría

Empiezo a estar cansado. Llevamos 106 kilómetros, más doce quiere decir que coronamos a los 118. Voy a una media de 12 km/h, quiere decir que me voy a tirar una hora subiendo. Empiezo a subir y me entra sed, doy un trago y veo que entre la bajada hasta Canencia y el rodar hasta Lozoya me he bebido la mitad del bidón de agua. Saltan las alarmas, deberé administrarme lo poco que queda el agua con cabeza. La ascensión al Puerto de Lozoya es largo y con pendientes muy severas.

Voy a buen ritmo, intento ahorrar fuerzas. Sólo tengo un problema, se me duermen las manos y los pies. Trato de aflojarme los velcros de los guantes y de las zapatillas para que circule mejor la sangre por mis manos y pies. Me alivia temporalmente.

Empiezo a ver las primeras pájaras. Gente que ya no puede más y todavía le queda subir este puerto y llegar a Segovia, más de cuarenta kilómetros. Siempre pienso lo mismo, no quiero estar en su piel.

Pasamos la zona de las curvas. 6 curvas fuertemente inclinadas. Aprovecho esos momento para levantar el culo y bajar piñones. Entre curva y curva me siento y meto todo el desarrollo, me lo tomo con calma.

Los decimetros pasan lentos en el cuenta.

Empieza a haber público en la carretera, nos animan. Ya queda poco! nos dicen, menos de un kilómetro. Me levanto y bajo piñones. Adelanto a unos cuantos y corono con plato, vaya fantasma estoy hecho.

Collado Hermoso – Torrecaballeros – La Granja - Segovia

Ya está, se acabaron los puertos. Ahora queda bajar. Ya me he acabado el agua y todavía quedan más de quince kilómetros a Collado Hermoso. Veo que hay unos cuantos corredores que se han bajado de su bici y están llenando su bidón con la ayuda de un hombre que lleva un embudo con filtro. Lleno mi bidón después de hacer cola debidamente y retomo la bajada hasta la carretera de Segovia a Soria. Una vez allí el viento da de lleno. Quedan 35 kilómetros a meta. A una buena media tardamos un poco más de una hora. Peo para ello necesitas meterle coraje y aguantar el ritmo del primer grupo en el que te metas. Sino, lo llevas chungo. Con el viento, el calor y el cansancio acumulado que llevas es mejor que hagas el esfuerzo de seguir un pelotón a arriesgarte a que te de una pájara en último momento.

En Collado Hermoso, nos paramos a tomar unos aquarius, agua y un poco de fruta. Me subo a la bici rápidamente. En pocos metros se forma un buen grupo. Trato de no perder contacto. Hay veces que es complicado. Pierdes rueda, un metro, dos y en pocos segundos te sacan varias ruedas. Si pierdes el contacto quiere decir que eres primero de grupo, así que te toca tirar a ti del nuevo subgrupo y tragarte el viento de cara, Con un poco de suerte, los últimos metros te pasará alguien para enlazar definitivamente. Pero los metros de aproximación son tu responsabilidad.

Llegamos a Torrecaballeros, huele a asado que alimenta. Allí ya se ha consolidado el grupo. En vez de tirar directos hacia Segovia, nos desviamos hacia la Granja. Ese es el típico momento en el que te cagas en la organización por no cagarte en ti mismo. Todavía hay mucho viento y una repecho importante hasta La Granja. Giramos hacia la derecha y volamos rumbo a Segovia a velocidades puntas de 50 km/h.

Por suerte acabamos en el Polideportivo Pedro Delgado. Ya podemos descansar.

Recojo mi diploma. Por 8 minutos no he conseguido categoría de plata. Vaya.

Bueno, que se le va a hacer! Estoy satisfecho de mi rendimiento. Llamo a Pedro. Por suerte me queda batería en el teléfono. Voy a su casa y me ducho. Cogemos el coche y nos damos un pequeño homenaje.

Yo me como mi cochinillo vosotros no se que queréis pero yo lo tengo muy claro. Llamadme amante de los topicazos pero para mi Segovia es el acueducto, cochinillo y Pedro Delgado. Casí ná!!

miércoles, 17 de junio de 2009

24 horas BTT Lisboa Monsanto

Esta era la primera vez que iba a participar en una carrera en versión 24 horas, nada más y nada menos que en Lisboa. La carrera me la había recomendado uno de los mejores compañeros que tuve durante la Titans 2009 de este pasado año, el portugués Paulo Quintans.

Paulo es un fanático de la bici de montaña y de las maratones. Durante nuestras cenas comidas y desayunos de antes y después de cada una de las etapas, no paraba de comentarme la gran cantidad de pruebas de larga distancia que se celebran en todo Portugal. Desconocía que existiese tanta afición en nuestro país vecino a la bici de montaña. Una de las pruebas que me comentó que iba a disputar era las 24 horas de BTT de Lisboa. El formato de 24 se ha exportado del mundo del motor a la bicicleta hace relativamente poco tiempo pero que ya es una modalidad bastante popular.
Así que aquí estoy, en Lisboa, 35º a la sombra recién llegado de Madrid, a pesar del GPS me he perdido por las circunvalaciones de esta ciudad y estoy hasta las narices de coche. Paulo y yo hemos quedado en la recepción del camping donde se disputa la prueba. Intento hablar en portugués con la recepcionista del camping pero apenas me salen algunas palabras en portuñol. Con lo bien que hablaba yo el portugués, es que ya han pasado ocho años desde mi erasmus lusitano... ¡¡Como pasa el tiempo!! El caso es que Paulo no ha llegado todavía y tampoco contesta al teléfono. Así que no se exactamente donde tengo que aparcar el coche y tampoco me hace gracia dejar la bici a la vista. Veo la piscina al final de la calle de entrada del camping y sueño con darme un baño y luego comer algo.

La primera vez que oí hablar de esta modalidad fue hace casi un año referente a las 24 doce de San Agustín de Guadalix. En aquel momento me pareció un tanto absurdo y no le encontré la gracia, pero ahora, amigos, después de haber disputado mis primeras 24 horas os puedo decir que es la leche.

Las competiciones de 24 horas celebran en estas fechas por mayor número de horas de sol y menores probabilidades de precipitaciones. Se puede competir en varias modalidades: en categoría SOLO (tanto femenina como masculino), por parejas, grupos de cuatro o grupos de ocho (estas tres últimas categorías pueden tener componentes del mismo sexo o ser mixtas).
Lo bueno de una 24 horas es que combina la larga distancia con la velocidad de un open. Para que nos hagamos a la idea, cada vuelta es de 12 kilómetros y pico que se suelen hacer de media en menos de una hora, con lo que cada participante de un cuarteto o un trío, como fue nuestro caso, puede hacer más de cien kilómetros si suma todos sus relevos.

La prueba consiste en dar el máximo de vueltas a un circuito durante las 24 horas siendo el fuera de control la hora 25.
Las 24 de Lisboa se celebran en Monsanto, el parque forestal más cercano a Lisboa, desde donde se ve una vista espectacular del Tajo y el Puente 25 de Abril. La meta está situada en el camping de Boavista, donde nosotros y todos los demás participantes han plantado su chiringuito. Paulo ha sido precavido y ha aparcado su rulote en la misma meta de la carrera. Así estamos al lado de la zona de transición y de la feria del ciclista.
En mi caso, nos apuntamos en un equipo de 4 personas: Paulo, Ricardo, Hilario y yo. Todos portugueses, menos yo. El que menos es un friqui de la bici.

Paulo, yo, Hilario y Ricardo

A Paulo, como ya he comentado, lo conocí en Marruecos durante la Titans, Ricardo es su cuñado e Hilario es amigo común de ambos.

Hilario es el más mayor de todos, dueño de una tienda de bicicletas en Cadaval, era uno de los patrocinadores de nuestro equipo y tuvo que trabajar durante el sábado y nos dejó solos ante el peligro hasta la noche. No obstante a los tres, Paulo, Ricardo y yo no nos importó lo más mínimo, al menos al principio puesto que teníamos unas ganas de bici impresionantes. Así que decidimos atacar la prueba de la siguiente manera: turnos de dos vueltas hasta el anochecer, que sería cuando empezaríamos a relevarnos cada vuelta.
Decir que estos dias en Lisboa se celebra la fiesta de San Antonio, que nació allí y murió en Padova. Los lisboetas lo celebran saliendo a la calle literalmente, cocinan en la calle, bailan, cantan, comen y beben. Las ruas están intransitables, si tienes agorafobia mejor no vayas por ahí esas fechas, especialmente por los barrios de la Mouraria y Alfama. El olor a sardina asada invade cada rincón de estos barrios. El ambiente es de lo más auténtico. Aunque según Paulo todo ha cambiado mucho.

A vuestro amigo Pablo le tocó ser el que empezase con todo el mogollón. Las doce en punto del medio día. Como siempre nervios. La salida de una prueba de circuito entraña varios problemas: aglomeración en las subidas muy inclinadas que impiden hacer la subida encima de la bici, y embudos y atascos en las trialeras.

Lo primero que me chocó del circuito es que era muy técnico. Cambios constantes de pendientes, subidas muy empinadas, senderos en los que casi no cabía ni uno mismo, bajadas de vértigo, alguna que otra pared, piedras… Por la noche las vamos a pasar canutas.

Dando el relevo a Ricardo
La primera vuelta la hago fuerte, intentando ponerme entre el grupo del principio para evitar aglomeraciones en los sectores más críticos, pasada la mitad de la segunda vuelta la rueda delantera me resbala en una bajada fácil y me caigo encima de mi lado derecho, me levanto sin problemas, al menos ya queda poco hasta llegar a la zona de relevos y Ricardo me estará esperando. Lo más problemático es que me he caído encima de la patilla trasera y el cambio de los piñones se me ha estropeado. Bueno, no está mal, 1:23:35. Ya hemos hecho parte del trabajo. Me ducho, me dirijo a los servicios sanitarios, llevo la bici a arreglar, lavo la ropa sucia de polvo, la tiendo, luego como y me da tiempo de conversar con los vecinos de tienda, hablamos del recorrido, aunque a mi todavía no se me ha quedado grabado del todo el orden de los sectores ni mucho menos de las curvas. Entre pitos y flautas ya han pasado casi tres horas y cuarto y me va a tocar entrar en acción. Me dirijo al área de relevo.
Rasguños de guerra
En el área de relevo todos los relevos miramos hacía el mismo punto, el lugar de donde vienen tus compañeros. Sabes que va a llegar en cualquier momento aunque la espera puede prolongarse varios minutos, cosa que te hace poner más nervioso todavía.

Empiezas a repasar el circuito y te das cuenta que ya sabes de memoria el primer tercio, dejas a la derecha las piscinas del camping, subida prolongada, hay que darle con el plato mediano, fuerte puesto que después viene un ligero llano en el que puedes darte un respiro para afrontar la siguiente subida que también se puede hacer con plato mediano, pero con piñones más grandes y con más calma. Luego llega una pequeña bajada que lleva hasta una de las muchas carreteras que cruzan el parque, hay que tomar esa carretera (siempre vigilada por la guardia municipal que da preferencia a los ciclistas) unos metros y girar a la derecha, subida y pronto girar a la izquierda para afrontar una larga subida en la que ves todos los participantes que van delante de ti, poco a poco la pendiente va aumentado hasta que de repente te da un suspiro para que bajes hacia un camino compartido en el que ves los que vuelven y te llevan algo de distancia. Sigues bajando hacia la derecha hasta que cruzas otra carretera y te metes en otro camino que empezará a subir, siempre con el plato mediano hasta que llegas a un descanso en donde puedes bajar piñones por poco tiempo, llega la primera subida de molinillo requerido, plato pequeño y piñones grandes, muchas revoluciones y ojo que no pierdas el equilibrio ni resbale la rueda trasera, para eso tienes que ir muy revolucionado y con la barbilla tocando la potencia del manillar para repartir bien el peso en las dos ruedas, antes de que se salga el corazón por la boca ya se ha acabado la subida infernal, a todo esto, hay que ir gritando a los que se han bajado de la bici y suben el sendero a pié empujando al bici, estos deben de dejarse adelantar. Seguidamente llegas a la primera trialera, hay que bajarla con plato mediano para procurar aprovechar la inercia. Esta trilaera será de algo más de seiscientos metros y está plagada de raíces, socavones, piedras y varias rampas casi verticales. La última rampa te lleva al camino compartido, aquí hay que bajar de plato puesto que de repente es subida de nuevo, y si bien puedes ir con plato mediano es mejor preparar el pequeño puesto que nada más cruzar la carretera que hemos cruzado anteriormente en sentido contrario debemos afrontar otra subida de molinillo tratando de evitar los márgenes sucios para no resbalar y perder pedalada. Después de esta subida, se acaba lo peor. Aunque todo esto no ha sido más que los tres primeros kilómetros y medio. A partir de aquí los adelantamientos serán más fáciles, la velocidad un poco más constante y el plato pequeño no deberá ponerse más que una sola vez más.

Como os he comentado lo que más me preocupaba era la noche. Si ya me he caído durante el día ¿Cómo no me voy a caer durante la noche? Toquemos madera. Hasta la fecha, pocos habían sido las ocasiones en la que había practicado bici de montaña en horas nocturnas. A decir verdad creo que habían sido tres veces en las que prácticamente ya estaba amaneciendo o acababa de anochecer.

Lo primero de lo que te das cuenta es que vas un poco más despacio, no mucho más, pero ese poco hace que vayas más seguro, notas mejor las vibraciones de las ruedas y puedes leer mejor el camino. Te fijas menos en la forma de la carretera y más en el equilibrio de la bicicleta. Curiosamente, un par de curvas en las que tuve problemas casi todas las veces que pasé durante el día no presentaron ningún tipo de dificultas durante la noche. Eso, también es cierto, es debido en parte a que ya han pasado tantas ruedas que se ha limpiado el camino y la rueda agarra mucho mejor que durante las primeras vueltas.

En cualquier caso los peores tiempos durante la noche los achacaría más al cansancio acumulado que no a la falta de luz.


Atendiendo a los mass media

Vuelta Tiempo Acumulado
1 0:41:24 0:41:24 Pablo Día
2 0:42:11 1:23:35 Pablo Día
3 0:49:42 2:13:17 Ricardo Día
4 0:57:38 3:10:55 Ricardo Día
5 0:48:14 3:59:09 Paulo Día
6 0:47:11 4:46:20 Paulo Día
7 0:41:04 5:27:24 Pablo Día
8 0:41:09 6:08:33 Pablo Día
9 0:45:34 6:54:07 Ricardo Día
10 0:53:23 7:47:30 Ricardo Tarde
11 0:47:11 8:34:41 Paulo Tarde
12 0:52:23 9:27:04 Paulo Noche
13 0:49:18 10:16:22 Pablo Noche
14 0:50:31 11:06:53 Ricardo Noche
15 1:01:22 12:08:15 Paulo Noche
16 0:56:48 13:05:03 Hilario Noche
17 0:45:07 13:50:10 Pablo Noche
18 0:56:01 14:46:11 Ricardo Noche
19 0:58:10 15:44:21 Paulo Noche
20 0:47:28 16:31:49 Pablo Noche
21 0:50:35 17:22:24 Pablo Noche
22 0:54:36 18:17:00 Ricardo Noche
23 0:58:45 19:15:45 Ricardo Amanecer
24 1:01:27 20:17:12 Paulo Día
25 0:55:04 21:12:16 Paulo Día
26 0:42:14 21:54:30 Pablo Día – lluvia
27 0:59:04 22:53:34 Hilario Día – lluvia
28 0:52:16 23:45:50 Pablo Día – lluvia
29 0:46:00 24:31:50 Pablo Día – lluvia

Al final fui el que más vueltas di durante la noche, no obstante también creo que soy el que mejor descansó de todos, puesto que después de mi turno nocturno de dos vueltas (entre las tres y las cinco de la madrugada) pude dormir al menos tres horas que me hicieron recuperar bastante bien del cansancio acumulado de todo el día.


Vááámos yaaaa!!!

Corredor Tiempo corrido vueltas Km Tiempo medio por vuelta
Pablo: 8:18:46 - 11 - 139,70 - 45’21”
Paulo: 7:11:02 - 8 - 101,60 - 53’53”
Ricardo: 7:06:10 - 8 - 101,60 - 53’56”
Hilario: 1:55:52 - 2 - 25,40 - 57’56”


Curiosamente me levanté a eso de las siete pensando que ya no tendría que hacer más vueltas, pero Paulo había roto su bicicleta con lo que tuvo que coger la de Hilario que no utilizan el mismo tipo de pedales automáticos y por lo tanto antes de hacer el relevo tenían que cambiarlos, cosa que requiere fácil tres y cinco minutos. Así que salí yo. Me daba un poco de pereza, eran las ocho de la mañana y estaba ya un poco hasta las narices. Pero fue subir las primeras cuestas y el café hizo su efecto, ya estaba despierto y disfrutando de una fresca y bonita mañana de verano en Lisboa. Poco a poco, la mañana se fue torciendo hasta el punto que empezó a llover y las últimas cuatro vueltas fueron bajo el agua. Al final hubo final feliz puesto que nadie sufrió daño alguno. Mi penúltima vuelta fue la más lenta de todas puesto que los últimos metros estuvimos pensando si hacer otra vuelta más o no. Al final me lancé, ya me daba lo mismo hacer 8 que ochenta.

Los vencedores hicieron lo siguiente:

SOLO:

Sandra Araújo: 25 vueltas (317 km)
Ricardo Melo: 31 vueltas (393 km)

Parejas:

Masculino: 34 vueltas (431 km)
Mixto, 32 vueltas (406 km)

Equipos de cuatro:

Masculino, 40 vueltas (508 km)
Mixto, 29 vueltas (368 km)
Femenino 9 vueltas (114 km)

Equipos de ocho:

Masculino, 35 vueltas (444,5 km)
Mixto, 38 vueltas (482 km)

lunes, 25 de mayo de 2009

Half Challenge Barcelona-Maresme 2009


Con Gus y Xavi de STP
Lugar: Calella de Mar (Barcelona)
Fecha: Domingo 24 de mayo de 2009

A las 11:30, viernes, hemos quedado Iván, Nacho, Emilio, Carlos, Rafa y yo en el parking del Club para partir hacia Calella. Llego con tiempo para desayunar un poco en la terraza del club. Ya hay gente nadando en la piscina, hace un buen día, hoy va a ser un buen día. Salgo con mis cruasanes y un batido a la terraza donde, bajo un sol bastante aceptable (hace bochorno), están haciendo una sesión fotográfica nada más y nada menos que a Almudena Cid en bikini. No se puede empezar mejor el día.

Vamos seis personas en la furgo, los que he comentado al principio. Antes de partir hemos tenido que cargar 18 bicis en el remolque de la furgoneta lo que nos ha llevado casi dos horas. Entre pitos y flautas, M40, atascos y demás, no salimos de Madrid ciudad hasta las dos.

Paramos a comer algo en una gasolinera, cada uno de nosotros llevamos nuestras propias provisiones, pero todos vamos bebiendo guarradas isotónicas, unos de color azul, otros naranja, amarillo, todo con un objetivo, que el color del pis sea transparente a lo largo de todo el fin de semana.

El viaje se nos hace largo, tenemos ganas de llegar y de comer algo serio, yo ya estoy harto de bocadillos, patatas fritas y de beber aquarius.

Una vez en el hotel: cena. Sólo respiro entre plato y plato. Damos un paseo hasta la feria del corredor por el paseo marítimo y volvemos al hotel a dormir.

Al día siguiente, sábado, casi todos se van a nadar a las ocho de la mañana. Yo, como no tengo todavía neopreno, duermo un poco más. A eso de las nueve y pico me encuentro con todos ellos en el comedor del hotel. Desayuno fuerte. El día va a ser duro: hay que ir a buscar los dorsales, las bolsas de transición, el briefing, alquilar el neopreno en la feria, dejar la bici y las bolsas en boxes, encontrar un hueco para comer. O sea, un puñetero ir venir entre el hotel y los diverso lugares donde se agrupa el circo del triatlón.

Al final nos dan las 8 de la tarde y estoy agotado, y eso que ni he nadado ni he montado en la bici más que para llevarla a boxes.


Ahora solo queda cenar y dormir. A las 5:10 hay que despertarse.

Antes de que suene el despertador ya me he despertado varias veces durante la noche, debido a la clase del turista medio que acude a veranear a Calella y todo el litoral mediterráneo, en primer lugar un grupo extranjero de a saber qué nacionalidad escandinava, en segundo unos hooligans ingleses y en último lugar unas Chonis y Yolis que se estaban peleando entre ellas a grito pelado. La creme de la creme.
Me atrevo a decir que este fin de semana, el nivel del turista medio, habrá subido varios enteros gracias a los 2100 inscritos, sin olvidarnos de sus acompañantes. Lástima que seguramente esto a los responsables del turismo en el litoral catalán les haya importado un par de narices hasta hace bien poco y en muchos casos les sigue sin importar un carajo. Ya veremos si esto se vuelve a repetir. En manos de los políticos está. De momento se va a celebrar el Challenge completo en octubre, que no es poco. Pero ya me imagino que haber cortado la N-II ayer durante medio día habrá tocado las pelotas a más de algún imbécil que acabará escribiendo una carta al director de la Vanguardia quejándose por haber pasado el domingo en un atasco del copón (y encima dirá que creerá que habla por todos si dice que...).

Pero que mis palabras no lleven a confusión, la organización ha sido fantástica, vuelvo a repetir: haber cortado la N-II totalmente entre Calella y Masnou, pasando por Mataró y dejándola a entera disposición de los participantes me ha parecido espectacular, un lujo.

Después de este paréntesis, continúo con la crónica de la prueba. Desayunamos fuerte de cinco y cuarto a seis menos cuarto, ya tenemos todo preparado así que marchamos por el paseo marítimo a eso de las seis y pico. Ya hace rato que ha amanecido. Sopla de levante una brisa que no quita el hipo pero que conforme avance la mañana seguro que aumenta la fuerza.


Una vez en los boxes, comprobamos que todo esté en su sitio y en perfecto orden, a la bici hay que ponerle los bidones de agua y barritas energéticas, miro por última vez que mis bolsas de transición estén en su lugar. Todo correcto. A enfundarse el neopreno. Eso te lleva un buen rato, empiezas por un pié estirando fuerte hacia arriba y luego el otro. Una vez han entrado todo es coser y cantar. Meto la ropa de calle en la bolsa azul para que me la lleven a la meta y luego voy rápido a la playa para meterme en el agua. Para empezar no noto nada el frío del agua. Buen material este neopreno que me han alquilado. Floto más de lo normal con lo que va a ser menos costoso nadar. Hay bastante mar de fondo, olas muy grandes en sentido oblicuo a la costa, al menos no rompen.

Antes de volver a salir hago la operación de vacío que me han recomendado para que no me entre mucha agua dentro del neopreno durante la prueba. Dejo entrar agua en por el cuello y noto como se me empieza a hinchar el mono. Nado un rato y el agua sigue entrando, con lo que me lastro. Acto seguido salgo del agua y noto como todo el agua que ha entrado sale piernas abajo. El vacío está hecho. Ahora hay que ir hacia los cajones de salida, el mío es el verde. Salimos después de los polis, bomberos, (con gorro naranja) pros y atletas (con gorro rojo) con mejores marcas. Yo llevo gorro verde. Además hay gorros azules y morados.

Después de casi un cuarto de hora esperando en la playa bajo el sol que empieza a calentar seriamente, empieza la prueba. La suerte está echada. Un escalofrío recorre mi cuerpo. Buf!! la segunda boya parece que está en el horizonte, no vamos a llegar nunca… ¿Tanto miden 800 metros? Así impone más que visto desde una piscina de 25 metros.

1ª parte – Nado. 1900 metros (36:57)



Los primeros en partir son los gorros rojos y naranjas. Muchos se meten en el agua a toda pastilla, parece que les persiga un tiburón, otros se meten con más cuidado. Sin prisas, queda mucho rato por delante.
Llega el momento de nuestra salida. Para ese momento, los rojos y naranjas ya han doblado la primera boya.

Adelante, ¡¡al agua!! En los primeros metros se trata de nadar manteniendo tu espacio vital, que no te pasen por encima, que no te comas un pié. Empiezo a nadar fuerte, como los que tengo a mi lado hay más espacio del que esperaba, al cabo de un rato empiezan a agolparse los nadadores cada vez más y más,¿qué pasa? levanto la vista y veo que tenemos la primera boya en nuestras narices, hay que girar a la izquierda. 250 metros menos, ahora vienen los 800. Ni tan siquiera veo la boya a la que hay que ir, pero seguiré a los demás. Poco a poco noto que me voy hacia la derecha, intento corregir, pero siempre estoy separado del grupo. Ahora estoy nadando hacia levante, debido a que sólo se sacar la cabeza hacia la derecha, sólo veo horizonte. No logro tener ninguna referencia visual que me haga ver si adelanto no, no me queda más remedio que nadar a braza y mirar hacia delante y controlar al grupo.



Las olas son pronunciadas pero se pueden superar bastante bien, lo peor es el meneo que te dan, el sube y baja me produce un poco de mareo, más pronto de lo esperado veo la segunda boya, también veo como solo una persona y yo pasamos la boya por la derecha, mientras la mayoría pasan por la izquierda y se van directos a la tercera boya, tramposines. A estas alturas veo a gente con gorros de todos los colores, excepto el morado. La tercera boya está cerca, meto la cabeza y recupero la horizontalidad le doy fuerte a los pies, al poco veo los pies de otras personas, he logrado establecer contacto con los que se han saltado la segunda boya. Ahora giramos hacia poniente y por fin veo la costa, estaremos a unos cien metros de la playa o un poco más. Sólo queda una boya, que no veo por ningún lado. A pesar de tener la referencia visual de la costa, sigo sin tener la sensación de avanzar. Me acuerdo de cuando estudié el titulín y náutica de la demora, las referencias visuales desde una embarcación con la costa no sirven para orientarse a no ser que las midas con un instrumento, es decir, siempre te da la sensación de que estás en frente del mismo punto de referencia, además se me han empañado las gafas, siempre igual. Paro y me las quito unas cuantas veces durante el recorrido para aclararlas pero no hay manera. Última boya, a la derecha y ya veo la gente saliendo del agua, que ganas tengo ya de llegar, se me ha hecho más corto de lo que pensaba. Aprovecho las olas. Al poco rato ya empiezo a ver el fondo, piedras y cantos, unas brazadas más y tocaré fondo con las manos. Una ola más me lleva a la mismísima orilla. Me levanto, los primeros pasos los hago como un borracho, me cuesta mantener la verticalidad.

1ª transición (5:09)

Corro en dirección a los boxes mientras me quito el neopreno. Primero la cremallera, tira hacia arriba de la cinta en la espalda, luego el brazo izquierdo hasta la muñeca y lo mismo con el derecho, tironcito del derecho y después del izquierdo y el neopreno baja solo hasta la cintura, debajo ya llevo puesto el mono de triatlón. Voy a por la bolsa de la bici, la verde. Me meto en la carpa de transición y me saco el neopreno de las piernas, hay que doblarlo y meterlo en la bolsa verde, junto con las gafas de nadar y el gorro. Ahora me pongo el casco, los calcetines, las zapatillas con calas y las gafas de bici. Corro hacia la bici.

2ª parte – Bici. 90 kilómetros (2:26:20)



Nadie se ha llevado mi bici por equivocación, cosa que me hubiese extrañado. Ahí está esperándome, hay que ir a pié con la bici hasta la salida. Las primeras pedaladas cuestan, tengo las piernas frías y me pasan algunos corredores. Los primeros tres kilómetros transcurren por Calella, calles estrechas, a toda velocidad. Veo los primeros tortazos. Hasta que no salimos de Calella rumbo sur por la N-II voy con el plato pequeño de 39 dientes y mucha cadencia, aún y así noto que todavía no se me han calentado las piernas. Una vez en la N-II afrontamos el primer repecho. Levanto el culo y bajo piñones. El primer repecho es corto. Una vez arriba, se ve la bajada que acaba en San Pol de Mar. Meto plato grande para no quitarlo hasta que vuelva a Calella, 52 dientes a mover, se acabó la tontería, esta es mi prueba. El perfil no es llano, entre pueblo y pueblo hay pequeños repechos que exigen subir algún que otro piñón y levantar el culo, San Pol, Canet, Arenys hasta Caldetas, a partir de allí es llano, pasando por Can Sanç y Mataró. Después de Mataró, giramos hacia la derecha y subimos por una carretera hacia Argentona y Dosrius, es el único tramo que realmente tira hacia arriba, aún y así, no bajo de plato. Mi estrategia consiste en no parar a repostar líquidos. Llevo dos litros de bebida isotónica, un pastillote de sales minerales y barritas energéticas en la bolsa que llevo atada entre la pipa de la bici y el cuadro. Al principio, debido a la sed con la que he salido del agua y del sabor a salitre que se me ha quedado, bebo mucho. Poco a poco, iré perdiendo el sabor salado y se me irá quedando un gusto dulzón.



A partir de la Bajada de Dosrius hasta Mataró todo cambia, bajamos en grupo. Ya advirtieron que, a pesar de la prohibición tacita de formar grupos, se permitiría en contadas ocasiones tales como la bajada o estrechamientos en la calzada.
Aumentamos el ritmo, llegamos a la N-II otra vez y seguimos hacía Vilasar de Mar, Premià de Mar y Masnou, todo ese tramo con viento a favor y llano completamente lo hacemos en grupo. Está prohibido, pero no queda más remedio, el grupo te absorbe y a no ser que frenes y dejes pasar al pelotón es imposible adelantarlo. Solo cuando ya tienes al siguiente grupo muy a la vista puedes saltar y anticiparte a la caza del grupo que va a ser absorbido, así es más fácil esquivarlos.
Una vez en Masnou, damos la vuelta y volvemos hacía Calella, sólo quedan 32 kilómetros. La vuelta es trepidante, a veces vamos a casi 50 Km/h, me preocupo más de no sufrir ningún accidente que de cualquier otra cosa. El pelotón siempre lleva problemas de convivencia. Es la prueba en la que puedes jugar más en equipo, pero también en la que más probabilidad de accidente tienes. Pasamos las rotondas de Mataró a toda velocidad, gritos y susurros los de atrás se quejan por todo y los de adelante les piden que pasen a tirar. Yo llamo al orden a un francesito que se me estaba subiendo a la chepa, “¡¡callate la bocaza ya macho!!” Y un par de improperios más. No se si me entiende pero no vuelve a dirigirme la palabra en lo que queda de bici.
Sin darnos cuenta llegamos a San Pol, algunos se relajan, ya están pensando en la transición, otros bajan plato y empiezan a soltar piernas, otros aprovechamos para seguir tirando y tratar de entrar en el pueblo en mejor posición sin tanta aglomeración. Pasado San Pol hay una caída multitudinaria en la parte derecha del grupo, entre seis y diez personas al suelo, vaya gracia. A mi derecha hay un tipo que está a punto de caerse y se apoya en mí. Por suerte se recupera y no nos caemos. Bueno, fuera de aquí no quiero caerme a dos kilómetros del final de la prueba por culpa de un toli.
A todo esto me he bebido dos litros de isostar que me han dejado la boca como un pastizal. Tengo sed de agua y hasta el kilómetro 2 no hay avituallamiento.
Entramos en Calella a tope, en fila india, avanzamos en paralelo a la vía del tren y llegamos a la zona de transición. Me bajo en marcha.

2ª transición. (3:24)


Corriendo me dirijo al parking de bicis. La dejo en su lugar tras un pequeño despiste, en vez de entrar por mi pasillo entro por el anterior. Mi compañero de box no ha llegado todavía ni muchos de los demás que hay a mi alrededor, así que la cuelgo por su lado.
Corro hacia la zona de bolsas. Cojo la bolsa naranja, me quito el casco, las zapas de bici y me pongo las zapatillas de correr. Me doy cuenta de que me he olvidado poner la gorra.

3ª parte – Correr. 21,095 kilómetros, ½ª maratón. (1:51:32)



Cierro la bolsa naranja con las zapatillas de bici y el casco. Salgo de la carpa. Me estoy meando. Veo los retretes químicos de la organización que están en la salida de la carpa. Levanto las vallas que separan el circuito de los espectadores ante el estupor de una señora que no entiende nada hasta que no ve qué es lo que voy a hacer, “ahhhh noi!!!!” oigo. Ahora se lo explica todo la señora. Así mucho mejor. Tendría que haberlo hecho al entrar en el agua, pero con la emoción, se me ha olvidado.
Me pongo a correr hacia poniente, lo primero que noto es el calor que hace y el sol en el cogote, con lo fresquito que se estaba en la bici. Con calma, poco a poco que hay que acabar. Me pasan un montón de corredores, da igual. Tengo que encontrar mi ritmo y sobre todo quitarme este gusto a isostar. Necesito agua. Al poco veo el primer avituallamiento, estoy salvado. Paro y bebo agua, no me cuesta reiniciar, es más creo que empiezo a coger mejor ritmo. Giramos hacia levante, toma sol. Desde ese kilómetro hasta el 5 voy bien. Es a partir de entonces que empiezo a notar una pequeña rozadura en la planta del pie izquierdo. Llevo casi un mes sin correr y he perdido los callos de los pies. La rozadura me molesta pero podré acabar. Me sigue pasando gente pero cada vez menos. En todos los avituallamientos me paro a beber agua. A pesar que esta es la prueba que peor se me está dando (al final en el agua he ido más rápido de lo que pensaba) ya empiezo a ver la luz al final del túnel. Empiezo a ver a muchos que van andando, han pinchado. Por favor que no me pase a mí.


Llego a Calella, dos kilómetros a meta. No se por qué me emociono. Yo creo que nunca me había pasado. Es una sensación placentera pero a la vez traicionera, puesto que provoca asfixia, trato de controlarme. Canalizo la emoción hacia la euforia, almenos esta sensación tira del carro y gusta más a la gente. Empiezo a aplaudir a la gente que anima en la calle y ellos devuelven el aplauso con intereses aumentados. A tope, ya solo queda la subidita del final que lleva al estadio. Un auténtico Mortirolo repleto de gente a rebosar, con los aplausos y gritos que voy dando me gano al público. Entre ellos varios participantes de la Titans que me reconocen. Me alegra verlos allí. Entro en el estadio. Los dos cientos últimos metros los hago con alas y gritando como un energúmeno. Hacía tiempo que no me lo pasaba tan bien en el final de una carrera.

domingo, 10 de mayo de 2009

NTD 2009- Etapa 4, día 5. El final.



En esta vida todo llega a su fin. Hoy toca la etapa final de la Titans 2009.

Hoy hemos dormido una horita más, bueno, tres cuartos de hora, se ha notado, y he descansado bien. Mi bici está como nueva, ayer los mecánicos me la dejaron que da gusto verla. No obstante, mi rodilla está hoy peor que nunca, me he aplicado un poco de Radio Salil a ver que pasa. Al menos la barriga está abierta, desayuno unos cereales de chocolate, como cuando era peque, pan con mermelada, un zumito y empiezo la rutina de todas las mañanas:

Entro en la haima a por mi neceser, encuéntralo, si puedes, entre todos los trastos que tienes esparcidos en tu maleta: la camelbak, la ropa de calle, la ropa de bici, las herramientas, las pomadas, las pastillas, las tabletas, las barritas, la linterna, el casco, la otra mochila, las zapatillas, las chancletas, camisetas, la botella de agua, los bidones… y multiplícalo por seis tíos. En la leonera falta un poco de orden y concierto. A pesar de ese aparente caos, todo acaba apareciendo (la linterna con los calzoncillos, los calcetines con las herramientas, el cuenta kilómetros con el GPS, todo tiene una lógica titánica aplastante).

Luego toca visita a los baños, la zona cero. A la derecha duchas y a la izquierda retretes. Me voy a ahorrar la descripción de lo que hay dentro de los retretes, pero os diré que tanto el farolillo rojo como el primero pasando por todos los que estamos en medio estamos hechos de lo mismo.

Después de la visita al aseo, tornamos a la haima. Toca cerrar el maletón. Cuesta, cada día más, pero al final cede. Arrastra la maleta hasta el camión y vuelve a la haima a por el casco, guantes, gafas, GPS, cuenta kilómetros, bidones, camelbak (dentro de esta lleva siempre: alimentos, 4 cámaras nuevas, troncha, eslabones de cadena y mancha) y road book. Parece mentira que te acuerdes de todo esto antes de cada etapa. Olvidarte algo puede ser motivo cuanto menos de abandono, descalificación y pájara gorda en el peor de los casos. Así que cuidado.

Luego toca control de firmas, siempre hay alguien que se olvida pero para eso está el hombre del megáfono (Félix Dot) que siempre recuerda a algunos despistados tal y como lo haría un profesor con los alumnos que no han entregado sus redacciones a tiempo.

Recoger el agua, todos los días hay que coger obligatoriamente 3 litros de agua.

Y ya sólo queda esperar a que se de la salida encima de tu bici, la fiel compañera.

Este último día salimos a las 8 de la mañana. Es una etapa rápida y todos soñamos con una cerveza mientras nos damos un baño en la piscina del hotel.

Venga, a por ello. Vamos a dejarnos lo que nos queda en esta etapa. Que no se diga.

Salimos hacia la derecha, dirección Ouarzazate, es una etapa rápida, a los que todavía les queden fuerzas las pueden gastar sin miedo al mañana. Yo por mi parte me siento como si me hubiesen frenado las ruedas, tengo las piernas bloqueadas y la rodilla, a pesar del masaje que me he hecho antes de iniciar la etapa, me sigue doliendo bastante.

Hoy no hay a penas dificultades técnicas en el recorrido. Pista ancha bien pisada, una futura carretera en obras. Me sorprende que nos dejen transitar por las obras, Lo más complicado son los dos puertos que hay que subir, largos y tendidos. Para subir voy bien, estoy cansado pero al menos no me duele la rodilla, no obstante, en bajada y llaneando la rodilla me molesta, no se si por que se enfría o por que hay un cambio de postura solo que en circunstancias normales no noto.

Aún y así decido echar el resto, sólo un poco más, no me voy a venir abajo en el último momento, pero me molesta, puedo decir que voy a acabar pero hecho un cromo!! Que mala pata haberme caído el primer día, que mala pata haber tenido diarrea, mala pata la úlcera en las posaderas. Ya me vale macho. Así cuesta disfrutar de la bici.

Entre pensamiento y pensamiento, un pequeño susto, no es nada, no llego a caer, pero a punto he estado. Venga macho, a lo que estamos, aprieta los dientes y acaba ya de una vez. Dejamos la superpista y pasamos por el último avituallamiento, yo no paro, tampoco he parado en el AV1. Sólo queda pasar por el CP2 que está a 10 km de la meta y todo habrá acabado. Intento seguir el ritmo de unos pero no puedo. LA rodilla la debo de tener al rojo vivo, que rabia. Además, no tenemos viento a favor, como ayer. El viento sopla de cara desde que hemos comenzado el descenso del último puerto. Así que hay que pedalear con fuerza.

La pista vuelve a ser de las normales, rápida pero las piedras ya son insoportables. Por suerte no es un tramo muy largo y pronto cogemos un tramo hormigonado. Al fondo se ven los montes del Atlas nevados en sus cumbres y mucho más cerca la meta, los colores alegres de la banderas de los patrocinadores ondean con fuerza.

Bloqueo la suspensión, plato grande, levanto el culo y comienzo a bajar piñones, uno, dos, tres y cuatro, siento culo y le doy fuerte, ¡¡¡vamos!!! Hay que desviarse hacia la derecha y abandonar el hormigón, las últimas piedras, el último tramo de arena. ¿Seguro que voy a echar de menos esto? Entro, ya está, se acabó. Esto es todo, ya eres un Titan. ¿De esto se trataba? Lo primero que hago al llegar es beber Powerade para que pasen los dos Ibuprofenos de 600 para aliviar el dolor de la rodilla.

Esperamos al resto de compañeros de Madrid, lo hemos conseguido todos,

Ya solo quedan 7 kilómetros hasta el hotel. Sólo pensamos en la piscina y en una cama como es debido. Todo lo demás nos da igual. El palo es grande, Yo creo que esto ha sido una victoria pírrica. No se si volvería a repetirlo. Los veteranos me comentan que es normal pensar eso nada más haber acabado, pero que lo más seguro es que al cabo de poco tiempo se me olviden las penas y mitififique la prueba hasta el punto de olvidar todos los males. Vamos a tomar una birra en la piscina.

Epílogo a la NTD 2009

Estas notas, que quede claro, las he escrito después de mi llegada a Madrid. De memoria, no había tomado más que notas mentales y he tratado de reflejar mis sensaciones lo más veridicamente que me ha sido posible.

Ahora, desde la distancia, una semana después de haber acabado, ya empiezo a degustar la victoria, a darme cuenta de lo que hemos hecho allí, de las personas que he conocido, de la convivencia durante una semana con gente que comparte tus mismas y extrañas aficiones: la larga distancia, la bicicleta, la aventura y el deporte.

¿Volveré? No se, hay muchas otras carreras en otros países que merecen la pena, Canada, Suiza, Italia, Costa Rica, Alemania, o Australia. Poco a poco, sin prisas.
Una cosa tengo clara: esto no se me va a olvidar.
Otra cosa: recomiendo a todo el mundo que le guste la bicicleta que lo haga, que quite pereza. Que le ponga un par de narices al asunto, que no se lo piense tanto. Que se deje guiar por el instinto (que por algo lo tenemos), que se lance a la piscina. Yo lo he hecho y me ha dado buen resultado. Y si vosotros no lo podéis hacer recomendádselo a vuestros hijos, sobrinos, hermanos, nietos, amigos...
Seguro que van a volver siendo mejores personas de lo que ya son.

viernes, 8 de mayo de 2009

NTD 2009 - Etapa 3, día 4. La Montaña.


Dedicada a Adolfo por su bici y compañerismo
a Rober por su apoyo en el momento clave
y a mi madre por su paciencia.

Ahhh!! La rodilla, casi no la puedo ni mover, y el culo. Buf!! Las voy a pasar canutas durante los primeros kilómetros, por no decir durante toda la etapa.

Vamos allá. Efectivamente, hoy empiezo con menos fuerza que otros días, con menos ganas, casi no he podido ni desayunar, me he tenido que meter un plato de arroz hervido con embudo, se nota el cansancio acumulado y como ya he comentado, el dolor en la rodilla y el dolor en el culo se hacen bastante insoportables. El culo es cuestión de tiempo, lo se, pero la rodilla, me hace extraños, a veces va bien y otras veces me da un pinchazo agudísimo que me hace ver las estrellas literalmente.

La etapa de hoy tiene enjundia, mucha subida en la primera mitad y tramo de rodador en la segunda mitad. Despacito y buena letra, con paciencia seguro que puedo hacer una etapa más que aceptable.

De primer plato tenemos una subida en toda regla, nada que envidiar a los puertos de montaña de la Sierra o de los Pirineos. La pista está en buen estado y cruza varios poblados. Muchos niños se dirigen a la escuela a esa hora, los niños te enseñan su palma para que la choques, a las niñas les da más vergüenza, las que lo hacen son muy pequeñas. En subida no pasa nada, pero en bajada o llaneando creo que a más de un niño le habrá salido un buen moratón en el brazo.

Cruzamos un río y nos adentramos en un palmeral en subida, estamos en un pueblo bastante peculiar, el agua debe de abundar por que se ven plantas con flores por todas partes. La pendiente exige plato pequeño y piñones altos (al menos a mi me lo exigen mis piernas), después de este pueblo, queda un poco más de subida, seguidamente una rápida bajada y ya habremos llegado al AV1.

A partir de aquí, la pendiente se acentúa y se puede asegurar que empieza lo peor, a lo lejos se puede ver todo lo que nos queda para subir. Vamos allá. Tiro de plato pequeño todo el rato, en ocasiones hay que poner un desarrollo de molinillo para salvar eventuales cambios de desnivel que requieren aumento de velocidad si no quieres acabar poniendo pié en tierra y acabar empujando la bici desde el suelo.

En estas paso a Sean, Sean es un norte-americano sub-23 que hemos conocido en la Titan, con experiencia en varias carreras de larga distancia en la que destaco la Cocodrile Trophy de Australia. Ha venido con el objetivo de disputar seriamente la general, hasta ahora está entre los 20 primeros, una proeza, y en alguna de las etapas ha llegado a ser el 11º. El problema que se le ha presentado a Sean en este día es puramente logístico y por que no de mala suerte. Las llantas que calza su bici son de 29”, algo más grandes que los que llevamos el resto de los mortales de 26”. La explicación que nos da es que son mucho más rápidas para rodar en terreno pedregoso, pero por otro lado, en Europa son muy poco comunes y nadie lleva recambios de cámaras de este tamaño, así que hoy jueves cuarto día de carrera, se ha quedado sin recambios y va a tener que abandonar. Aún y así sigue empujando su bici con cara de resignación.

Sigo dando pedales, en algún tramo no queda más que bajar de la bici, el cansancio acumulado me impide hacer demasiados cambios bruscos de ritmo, cuesta subir de pulsaciones, supongo que la altura a la que estamos rodando impide que nuestros pulmones capten mucho porcentaje de oxigeno.

Bajada, CP1, queda una larga subida, el primero de tres picos que quedan para abandonar la zona de montaña. Poco a poco noto que mis fuerzas bajan a pasos agigantados. EL cuerpo avisa con antelación “te va a dar una pájara, para a comer algo!!”. Así lo hago, me como una naranja tranquilamente y disfruto un poco de las vistas, a las que no se les hace mucho caso. La imagen que tengo del 80% de la Titans es de mi rueda delantera y de una pista veinte metros más allá, el 20% restante es paisaje, cosa que no deja de ser un pecado, pero inevitable si no te quieres meter un buen morrón.

Después de la naranja sigo tirando, viene una pequeña bajada en la que bajo piñones para ganar velocidad y posteriormente, en el cambio de rasante subo piñones… en estas noto un ruido raro y noto que los pedales no transmiten fuerza a la cadena, debe de haberse salid. Mi sorpresa al bajarme de la bici es mayúscula cuando veo que no solo se me ha salido la cadena si no que he roto la patilla del tensor trasero. Tras unos momentos de no saber que hacer decido acabar lo que queda de puerto a pié. Junto con otro corredor que esté tan cansado que prefiere subir andando que pedaleando. Vamos charlando con tranquilidad. Se que muy probablemente esta avería signifique al abandono en esta etapa y por tanto la descalificación de la general. Me resigno, hay que saber perder. Una vez arriba queda un par de kilómetros de bajada hasta el AV2, decido que los hago montado y dejarme llevar por la gravedad. Una vez en AV2 me refresco y me miro con más calma la avería, es insalvable, mis conocimientos de mecánica no llegan a tanto y, a parte, necesito una pieza nueva, me he cargado la patilla por completo. Decido esperar al coche escoba, así al menos, disfrutaré del paisaje. Espero y espero, van llegando corredores al AV2. Doy todas mis barritas energéticas a los niños que nos observan con cara de asombro. Me relajo, bebo agua y vuelvo a disfrutar del paisaje.

En estas llega Roberto, uno de los madrileños, me empieza a convencer para que le pida la bici a alguno de los que abandonen. Al principio no me convence, pero tiene razón, hay que acabar, como sea. Debajo de la carpa del AV2 se encuentra un chaval con claros síntomas de pájara suma, Adolfo Quiles Pérez. Le comento mi situación y no me pone ningún problema. Cambio los dorsales y el chip, pongo el sillín a mi altura y continúo. Habré perdido una hora y media o más, la verdad es que he perdido la noción del tiempo. El GPS me falla y no llevo ni reloj ni cuenta kilómetros.

La bici que me ha dejado es una Trek, parecida a la mía, más ligera, pero me cuesta un poco acoplarme a ella al principio, en las subidas no, pero en las bajadas, me no le cojo el truco a sus frenos. No dejo de decirme para mis adentros que tengo suerte de poder continuar.

Una subida, otra segunda subida que hago a ritmo bastante rápido, se nota que he estado descansando bastante, el parcial debe de haber sido bastante bueno desde el AV2 hasta el CP2 (en la cima de la última subida). Lo mejor son las vistas A partir de allí todo es una larga bajada que conduce a una enorme explanada en la que sólo se ve una población y una pequeña montaña en medio de la explanada que tiene forma de huevo duro cortado por la mitad.

La bajada la hago con cuidado, no me quiero cargar la bici que no es mía y tampoco quiero acabar una vez más por los suelos. Las bajadas suelen ser duras, por mucha amortiguación que lleven las bicis, los brazos acaban por cansarse mucho y se debe de hacer mucha fuerza con las piernas.

En fin que cojo la parte de llaneo con bastante gusto. Además llevamos bastante viento a favor y el tramo que queda unos 40 y pico kilómetros es con tendencia hacia abajo. Aun y así no hay que confiarse. Voy a buen ritmo y el único problema es que cada cierto tiempo debo de bajarme a subir el sillín. Al haberlo cambiado de la posición a la que lo lleva Adolfo, su dueño, la abrazadera de la tija no agarra como de costumbre, a parte creo que me he cargado la el tornillo de la abrazadera de tanto apretar con la llave Allen.

Bueno, llega el AV3, que en esta etapa es donde se sitúa el avituallamiento frío, normalmente se sitúa en el AV2, pero esta vez se ha dispuesto así dada la dificultad de acceso para el camión frigorífico a la zona de montaña.

Un poco más y llegamos al CP3, 6 kilómetros a meta, asfalto y un poco de pista rápida. Esta vez en la meta me espera mi madre, si, mi madre que se ha animado a venir a pasar unos días a Marruecos y aprovechar para ver de que trata esta locura. Su opinión ha sido que esto es surrealista. Al menos hoy no me verá la cara de demacre que tenía ayer.