domingo, 27 de septiembre de 2009

Matahombres 2009


Son las 7:40 de la mañana, ya vuelvo a estar solo, encima de la bici, otra vez. Acabo de dejar en el aeropuerto a Raoul. Vaya fin de semana, sin parar desde el jueves por la mañana. Pero me hace ilusión que venga gente a visitarme. Curiosamente los únicos que han venido hasta ahora son los compañeros del master. Podría preferir estar tranquilito en casa pero me va el lío este de ir i venir, buscar a Raoul en no se si la T4 o la T2 o la T1, da igual, yo las visito todas.

A las 7:40, ya comienza a refrescar más de lo normal en la carretera, a estas horas todavía no ha salido el sol e ir en maillot de manga corta encima de la bici obliga a que me ponga a hacer un poco de molinillo los primeros kilómetros. A estas horas no hay nadie en el carril bici. La carretera de Colmenarejo está abarrotada de currantes madrugadores. Yo voy a contra corriente. Ir solo puede llegar a ser aburrido. Desde luego mucho más que acompañado. Aunque el que vaya a tu lado lleve un ritmo inferior al tuyo. Lo bonito es saber esperar. Ya me lo enseñaron hace tiempo.

¿Por qué estoy encima de la bici a estas horas? ¿Que hago entonces? ¿Me vuelvo a meter a la cama? No tiene sentido. Quizás tampoco tenga mucho sentido estar aquí encima con la paliza que nos metimos ayer. Pero algo tendré que entrenar para el próximo sábado, cronoescalada a Abantos, y el domingo otra vez montaña.

No tengo muy claros los proyectos que tengo entre manos. Demasiadas variables, poca información, se necesita demasiado dinero ¿de donde lo saco?

Ayer a estas horas estábamos acabando de desayunar. Todavía teníamos que montar las bicis, bueno, ponerle las ruedas.

Ya van unas cuantas con Raoul: la Behobia Donosti de 2007. Esa estuvo bien, me pillé el lunes de vacaciones. Acabas más jodido, físicamente, sobre todo las articulaciones, las rodillas, tobillos y cadera parece que te muerdan los nervios. Una carrera a pié de 20 kilómetros fastidia más que 80 encima de la bici de montaña. Aunque el coco es otra cosa. Al final son muchas horas encima de la bicicleta. Ayer nos tiramos 5 horas y media para hacer 82 kilometrazos. Duros, si señor. Me acuerdo que en el kilómetro 3 o 4, tanto da, de la Behobia Donosti de 2007 me giré para ver por donde andaba Raoul. Estaba unos diez metros detrás de mí. Yo le hice ese gesto que se hace a veces en el que intentas decir: “oye, mira, yo tiro, si no te importa, me siento bien para ir un poco más fuerte, siempre y cuando no te importe quedarte solo”, claro que también se puede interpretar como un gesto más egoísta: “mira tío tu ritmo me va a dejar más jodido de lo que me va a dejar el mío, así que hay te quedas”. En mi caso fue la primera interpretación. Yo creo que él, con su señal de contestación me dijo: “tira tranquilo”. Así que tiré. No obstante siempre me quedó un regustillo amargo por no haberlo hecho juntos. Luego comimos en lo Viejo, sin cambiarnos de ropa, sólo con algo de abrigo encima, yo chuletón y ellos pescado, en La Cepa, me acuerdo.

Otra: la carrera de orientación en Fountainehead, Virginia, a escasos 50 kilómetros de Washington D.C. Octubre pasado, hacía un calor pegajoso en la Costa Este. Desde luego, mucho más que en Madrid. Aquí hacía temperatura ya para ir en pantalón largo y camisa de manga larga. Pero en Washington hacía un calor pegajoso. Esa carrera es de las más largas que he hecho nunca. La verdad es que estuvo bien. Era por parejas, y eso si que era una novedad. Siempre acostumbrado a ir a mi bola. En esta no cabía más que ir juntos. Podríamos haberlo hecho juntos, pero lo importante es compartir ¿no? Quizás me di cuenta demasiado tarde. Es lo que le pasa al protagonista de Into the Wild, se da cuenta demasiado tarde. Alexander Supertramp. ¡¡Que tío más grande!! El caso es que nosotros íbamos en nuestra canoa, yo no veía a Raoul, que iba en la proa. Yo en la popa, no sabía ya como ponerme, ¡¡que río!! No se acababa nunca, agua y más agua.

Esta vez, en Teruel ha tenido que ser, también lo hemos hecho juntos, colaborando en equipo. Pero agua, agua, la que caía del cielo y la poca que nos cabía en los bidones.

Había subidas en las que me iba, si, pero lo hacía como entrenamiento personal, con mi peso, cada vez acercándome más a los 80, pero por la parte superior, vale la pena superar las rampas de más de un 15% a toda leche si no quiero perder el equilibrio, luego espero a Raoul, tranquilamente.

Y lo bueno de ir juntos sobre todo, es antes y después de la carrera, después de cenar, con la barriga llena no apetece ir a la cama y nos sentamos a conversar: ¿Por qué hacemos esto? ¿Por que hay otros 698 zumbados con las piernas depiladas, vestidos de lo que comúnmente se denomina julandrón, con bicicletas, la mayoría de ellas de más de mil euros, que han llegado desde lejos a este rincón remoto a darse semejante paliza? Sacamos nuestras propias conclusiones, basadas en estudios y artículos que hemos ido leyendo no sabemos donde a lo largo de nuestras vidas. Los homo sapiens sapiens llevamos mucho tiempo sufriendo y antes sufrieron los neandertales, y antes los erectus y antes los habilis, y antes los astralopithecus y así hasta que eramos unos micos que dormiamos encima de los arboles y nuestra peor pesadilla era que nos caíamos del árbol, nuestra peor pesadilla es esa, caernos de un edificio. Hay gente que controla la caída del sueño y aprovecha para dar una vuelta volando, esos quizás sean un escalafón más en la evolución de los homos. Y cuando conseguían una presa lo celebraban por todo lo alto, se bebían zumos de plantas que llevaban fermentando ni se sabe cuanto tiempo, comían setas y bayas que les trasladaba a otra realidad. Unos eran cazadores los otros recolectores, y todo eso se ha guardado en nuestro ADN como si de una pintura rupestre se tratase, y hoy en dia en nuestro ADN tenemos un lío de cojones que no sabemos como desenmarañar, lo mejor es darle a los pedales y luego tomarse unas cervezas, nos lo pide nuestro cuerpo por que llevamos haciendo las mismas locuras casi por instinto, por que lo llevamos escrito y estamos marcado con ellos, unos se tiran cinco horas encima de la bici al borde de la pérdida del conocimiento (como ese que hemos visto al que le quedaban escasos 500 metros, dando bandazos de izquierda a derecha de la calle, con los ojos blancos, ya no sabía ni darle a los pedales) y otros se tiran hasta las 9 en una discoteca, su maratón particular. Quizás el gen de la locura no existe, simplemente vivimos en una sociedad demasiado cómoda. ¿Qué es eso de darle a un botón y encontrarse la compra en la puerta de tu casa? A cambio de unas cifras menos en tu cuenta corriente un chaval te trae la compra a casa. Y ese chaval tampoco se ha ido de caza. No estamos diseñados para quedarnos quietos. Esa es la clave para entender semejantes locuras.

3 comentarios:

kundry dijo...

Desde luego, parece que esos esfuerzos te van afectando poco a poco la cabeza.
Vaya sarta de cosas que has soltado.
Supongo que llevabas la bicicleta con sillín ¿no? O es que la tija te llegó hasta el cerebelo?

pfp dijo...

pues a lo mejor porque soy tú madre, pero, te entiendo, y algunas cosas incluso las comparto..

besos locuelo

Anónimo dijo...

Bien dicho, tio. En la vida encontramos a muchos nubes, nos encontramos en islas, lo pasamos en grandes ciudades, en la playa, en Madrid, en Carolina de Norte, en el piso, en el trabajo, y en carreras. Y cuando sale el sol? Pues por la manana! Cada dia que nos levantamos es otra aventura de la vida, pero son esos dias cuales pasamos juntos con buenos amigos que dan mas sentido a la vida que todo el dinero del mundo. Espero poder pasar muchos mas contigo.

Hay un dicho en los EE.UU. que va asi:
"Friends help friends move; good friends help friends move bodies."

Pues, tio; no te olvides mi numero de telefono, no estoy mas lejos que una llamada.

un abrazo.
R