domingo, 25 de noviembre de 2007

El Asador Donostiarra

Este post lo escribo desde el ordenador de mi hermano en Madrid. Puedo utilizar este ordenador por que él está lejos de aquí, si no fuese así, seguramente no podría explayarme durante mucho tiempo.

El caso es que, mañana lunes tengo que hacer un par de gestiones por la capital y ayer me cogí un vuelo desde Girona que me dejó en Barajas a eso de la una y pico, donde me había ido a buscar mi madre. Poco rato después ya estábamos esperando mesa, por supuesto reservada, en el Asador Donostiarra, ambos con una caña en la mano.

Para aquellos que no conozcáis el Donostiarra, se trata de uno de los restaurantes más legendarios de la Villa de Madrid. Como el nombre indica, la comida que allí se sirve es fundamentalmente vasca: pimientos con ventresca, cogollos de tudela, quesos Idiazabal, pescados a la brasa, a la espalda o rebozados y por su puesto el txuletón y carnes rojas de primera.

El restaurante está decorado con algunos motivos vascos (típicas escenas de caserío o de deportes euskaldunes) pero sobre todo merece la pena revisar las miles de fotografias de los famosetes que han ido a comer al restaurante. La gran mayoría son futbolistas del Real Madrid, probablemente sea el restaurante preferido de los de Chamartín, junto con otros vascos como El Frontón o el Txistu. A un culé como yo, eso no le quita el hambre, por supuesto mi escala de valores antepone el jate al fútbol y no soy tan capullo de no querer entrar a este restaurante por que así lo hagán los merengones.

El restaurante está situado en el barrio de Chamartín, en la calle Infanta Mercedes, zona de alta densidad de restaurantes debido a lo cercano del distrito financiero de la ciudad, calles de nombres tales como , Orense, General Perón, la Castellana, Avenida del Brasil, Capitán Haya o las plazas de Azca y Cuzco se llenan a la hora de comer de miles de ejecutivos encorvatados con hambre que cargan en sus cuentas de gastos de empresa o en sus Visa Corporate las altas notas de los restaurantes de la zona; el Paparazzi, la Maquinista, Portobello, Txistu, La Dorada, los Camarotes de la Dorada, Gaztelu y seguiría salivando durante un buen rato ante lo que puede ser uno de los clusters de restaurantes más importantes de la península...

Volvamos al Donostiarra, da de si. El Donostiarra tiene tantos admiradores como detractores. Muchos aseguran que es inaceptable que en un restaurante de esa categoría y de esos precios (aproximadamente 100 euros por barba) salgas atufando a grasaza y carnaza asada.

El gran dilema es el siguiente: ¿debe permitirse que cada uno se haga la carne fileteada a su gusto en el mítico plato de barro caliente? Para los puristas esto es una aberración gastronómica puesto que el chuletón debe de asarse a la brasa y debe comerse en el plato y los humos se quedan en la cocina.

Para otros (entre los que, tanto mi madre como yo decidimos incluirnos) se crea una ambiente único de tabernilla donde se mezclan los humos de los puros, de esos que ya están con los orujos y pacharanes, con el olor a grasa y el jaleo de los cientos de comensales que comparten el comedor a la vez. Digamos que la gente que va a este restaurante da por sabido que va a salir con su Burberry, Hugo Boss, Armani o su Zegna directo a tintorería para un lavado en seco y por supuesto no aparecer por la oficina. Eso es lo que, al menos yo, recomendaría a un virgen en Asador.

Para cerrar esta breve entrada dedicada a otro de mis mitos, decir que mi madre y yo hemos compartido una pequeña mesa en la que a duras penas ha cabido una ensalada de ventresca con pimientos rojos y chalota, unos espárragos blancos y de segundo ella ha pedido un generoso plato de estupendas delicias de merluza rebozadas y yo un chuletón fileteado con su correspondiente plato de barro para hacérmelo a mi gusto. Todo acompañado de Marqués de Murrieta Ygay Reserva de 2001.

Para postre hemos tenido como compañeros a mi primo Charly y su novia Cristina. Unos hemos optado por tarta de queso y otros por el milhojas. Por supuesto sorbete de limón con cava para bajar y unos buenos pacharanes con tejas. ¿Que más se puede pedir? Una aspirina por favor.

viernes, 16 de noviembre de 2007

Deberes pendientes


La verdad es que no he escrito durante unos cuantos días por que he estado bastante ocupado y cuando llego a casa no me quedan fuerzas para seguir delante del ordenador, las pocas que me quedan las invierto en cocinar para la cena e ir a clases de francés.

El caso es que el trabajo va bastante bien, siempre con sus altibajos, un día parece que todo va bien y al día siguiente te crees que nada ha avanzado. Ya llevo aquí cinco meses y va para largo. Eso creo.

La vida por aquí es bastante más relajada que en Barcelona o Madrid. A pesar que cojo el coche a diario (en estos cinco meses le he hecho unos 20.000 kilómetros), la sensación de ir al volante no es la misma que ir al volante en medio de un atasco en la ronda litoral de Barcelona. Atasco que me tuve que comer volviendo del Salón Náutico de Barcelona de 2007, cruzar la ronda desde Montjuich hasta el nudo de la Trinitat me costo más de una hora.

A parte he pasado un fin de semana en el Pantano de Sau y en el Montseny. El sábado por la mañana estrenamos la bici nueva de Carlos. Echó de menos su antigua Giant y sobretodo maldijo bastante sus nuevos pedales automáticos, pero ya se acostumbrará. Hicimos una ruta de 45 km que no está nada mal, a mitad de camino nos paramos en el Parador Nacional del Pantano de Sau donde nos zampamos un bocadillo de lomo con queso memorable, de aquellos que te entran ganas de quedarte de siesta en una de las habitaciones del parador. Pero por desgracia tuvimios que continuar andando hasta Folgueroles.

Más tarde quedé con Itzi en Arbucies, la tía me dijo que tardaría poco en recogerme pero me hizo esperar casi dos horas. El sitio donde iba esta perdido en medio de la nada, donde sólo había árboles y caminos de tierra. El caso es que allí estuve visitando a Itzi, que hacía un montón que no la veía. Ella está saliendo con un chico, Nader, que tiene alquilada parte de una antigua masía. Por la noche del sábado cenamos sardinas y gambones a la brasa que estaban super buenas. A la mañana siguiente, para demostrar mi afecto a la pareja me desperté pronto y llegué hasta Arbucies en bici con el objetivo de subirles antes del desayuno, unos pasteles y la prensa dominical. Aproximadamente son unos 13 o 14 km de tramo mayoritariamente en bajada, una vez en Arbucies, me di un paseo, pero no muy largo, para recordar cuando venía de pequeño con mis padres. No reconocí nada, aunque es un sitio muy agradable.

Para subir le tuve que meter caña, pero llegué justo cuando ellos estaban preparando los cafés y las tostadas. Hizo muy buena mañana y me quedé leyendo el semanal y el periódico casi letra por letra de cabo a rabo mientras oía a Itzi y Nader cortar la leña (la afición favorita de Nader) como si se avecinase un temporal de nieve y frío post guerra nuclear. Cada loco con su tema.

Luego yo me puse a hacer unas brasas para hacer una ensalada de pimientos, cebolla y patatas asadas que estaba de coña y no sobró nada.

Y luego llega la semana laboral que es bastante movidita, bajar a Barcelona, arriba, abajo, reuniones, etc. Como dato anecdotico hoy he cogido la zodiac y he salido a dar una vuelta por los canales de Sta. Margarita, que es otra marina que está a una milla de Empuriabrava. Las fotos son de esta mañana. Que ya estaba un poco harto de tanto monte, que se note que trabajo en la costa!


martes, 6 de noviembre de 2007

Hace mil domingos...

Carlos orgulloso de su rendimiento, yo al fondo destrozado
Hace mucho tiempo me encontraba en casa de mi abuela en Barcelona en una de las escasas ocasiones en que mis primos de Madrid, mis abuelos, mis padres, mis tíos y mi hermano coincidíamos en el piso de la calle de Provenza, al lado de la inacabada Sagrada Familia. Era un domingo de boquerones, de paella y si te quedabas con hambre siempre había entrecotes en la nevera para saciar el hambre de los más exigentes.
Pero en aquella ocasión la paella no la cocinaba mi abuela, como era habitual, sino que la cocinaba mi padre. Uno de mis primos, Charly, parecía no estar muy contento con el cambio de cocinero habitual. Mi padre intentaba consolar a mi primo desde la cocina exclamando orgullosamente: “Mi paella es mucho mejor que la de la Lili” (así llamábamos todos a mi abuela paterna) a lo que mi primo decía con escepticismo y pragmatismo aplastante: “Eso es imposible, la Lili ha hecho muchas más paellas que tu y te ha enseñado a hacer la paella, por lo tanto ella sabe más y a ella le sale mejor ¿Verdad Lili?”, parecía imposible convencer a mi primo de que mi padre hacia la paella mejor que nuestra abuela, pero nuestra abuela respondió algo que apredí ese día y que, hasta entonces, creía que no era posible: “A veces el alumno supera al maestro”.
Muchos domingos después, probablemente mil, Carlos Muniesa, recientemente adicto a la bicicleta, ha venido a visitarme a Figueres. El objetivo de la visita es salir en bicicleta por las montañas que rodean la zona.
La ruta que elijo es la misma que la que hice hace un mes y pico empezando desde Albanyà y que me costó dos pinchazos.
Esta vez afronto la ruta con más alimento (bocadillos, fruta, chocolate), más agua, más cámaras de recambio para las ruedas y sobretodo, en compañía de un colega.
Ya en la primera subida Carlos me demuestra que tiene un buen arranque, se sitúa siempre delante durante el primer tramo de subida. A los 18 km empieza otra fuerte subida hasta el primer punto de descanso. Otra vez, Carlos, vuelve a colocarse delante y simplemente no puedo seguir su ritmo. Sólo a pocos metros del final de la subida puedo bajar unos cuantos piñones y colocarme de pie para llegar una rueda por detrás de la bicicleta de de Carlos.
Después un pequeño bocadillo y unas chocolatinas, montamos otra vez en las bicis y bajamos menos de lo que recordaba para empezar a subir la ascensión más dura de la etapa. Aproximadamente 8 kilómetros sin parar y siguiendo la estela de Muniesa que va sobrado. Yo le sigo a duras penas, pero no voy cómodo. Esta subida debería de bastar con el plato pequeño y el gran piñón. Pero estaría agradecido en poder subir más piñones.
La bicicleta de Carlos es bastante antigua, por tanto lleva unos desarrollos diferentes a los míos. Sus desarrollos requieren más potencia, menos vueltas pero necesitas hacer más fuerza, a pesar de eso tira fácilmente.
Vuelvo a preguntarme que hago allí y cuando se acabará la subida. Para colmo nos encontramos con un capullo que baja ocupando casi toda la pista con su Mercedes cuadrado como una caja de zapatos y tenemos que parar para que el señorcito pase, vaya huevos, con esta pendiente es difícil volver a retomar la marcha.
Al cabo de demasiado rato llegamos a la segundo punto de descanso. Ya llevamos treinta y pico kilómetros.
Comemos otro poco más. Me doy cuenta que mi rueda delantera está levemente frenada por que no está bien centrada. No se cuanto tiempo llevo así pero me temo que hace bastante tiempo, incluso salidas, por que no recuerdo la última vez que desmonté la rueda delantera.
El cansancio ya no me lo quita nadie. Ya solo nos queda llegar a la cota de 1100 metros y una larga bajada de 15 kilómetros. En la bajada Carlos se queda atrás. La bici vieja tiene un inconveniente claro y objetivo, al margen de gustos por las relaciones de cambios: le falta horquilla delantera, y la bajada está plagada de piedras e incómodos baches, las manos y los brazos sufren.
He de reconocer, que esta vez, en la subida Carlos me ha superado con creces. Es complicado reconocerlo, pero “a veces el alumno supera al maestro”.

Siempre me quedará el consuelo de la bajada

sábado, 3 de noviembre de 2007

L'Hospitalet Ax-Les.Termes

Cada maestrillo tiene su librillo


No os penséis que este Hospitalet hace referencia a l'Hospitalet de Llobregat (2ª ciudad más grande de Cataluña), no, hago referencia a un pueblo francés fronterizo, cercano a Puigcerdà.
He quedado en Puigcerdà con Josep y Marta a las 11 de la mañana del 1 de noviembre. Yo he llegado tarde y ellos también. Pensaba que Puigcerdà estaba más a mano desde Figueres pero el tramo de Ribes de Freser hasta Puigcerdà, plagado de curvas no lo evitas. Además he estado a punto de quedarme sin gasofa.
La idea viene de Josep que se ha comprado una guia especial para bici de montaña y quiere estrenarla aprovechando el puente de Todos los Santos. Yo sólo puedo acompañarles hoy por que el viernes y el sábado curro como un campeón.
Una vez pasado el túnel de Puymorens, ya en Francia, dejamos los coches en la estación de tren de Hospitalet y comenzamos la andadura. Y digo andadura expresamente por que los tres primeros kilómetros (o más, no lo se exacto por que se me ha acabado la pila del contador) los hacemos arrastrando la bici entre barro, cagadas de vaca y piedras.

Llegamos a una pista que nos conduce, paralelamente a la carretera y las vías del tren al pueblo de Mérens-les-Vals. Allí descansamos un poco y preguntamos a la gente por el estado de las pistas hasta Ax-les-Termes, todos aquellos que nos responden ponen cara de "no sabéis donde os habéis metido" pero nos indican amablemente. Desde Mérens sale una pista que es de fácil tránsito hasta unos pocos kilómetros. A partir de quinto, más o menos, no queda más remedio que subir con la bicicleta a cuestas. Ya se está haciendo tarde y me entra el cague. Si queremos llegar antes que caiga la noche nos tenemos que poner las pilas, y el ritmo que llevamos me preocupa. Empiezo a trepar con mi bici y subo y bajo varias veces para ayudar a Marta con su bici. Al final llegamos a una pista que tampoco es muy transitable por la gran cantidad de nieve y hojas que hay.
Mientras empujo me voy acordando de unas palabras que me dijo mi tío Víctor, esta última Navidad, cuando nos encontramos en una situación similar de nieve: "Estás como una cabra!!". Tenemos que seguir empujando las bicicletas hasta que llegamos a un cruce de caminos, Uno sube, el otro sube y el tercero baja. A riesgo de equivocarnos, elegimos el que baja. No nos equivocamos y encontramos bajada hasta Ax-les-Termes. La bajada es heladora. El sol se ha puesto tras las montañas y a pesar del cielo azul da la sensación que ya es de noche.


Yo tengo los pies helados de haber andado tanto rato por la nieve y, sobretodo, del frío aire de la bajada. Los calcetines los tengo mojados.

Vamos directamente a la estación de trenes y preguntamos por el próximo tren. Nos queda un par de horas hasta que pase, así que bebemos unas biéres y comemos unas pizzas antes de tomar el tren camino a los coches. El tren es supermoderno y está muy bien climatizado, la lástima es que no vemos nada de paisaje por que ya es noche cerrada y da la sensación de estar en el metro de alguna ciudad solitaria.
En cuanto llegamos a los coches, Josep, Marta i yo prometemos colgar al tío cabrón que ha escrito la guía.