lunes, 11 de febrero de 2008

Castell - Elektra - Collserola

Electra y su hermano Oreste
Este fin de semana ha sido bastante intenso. El viernes, después de un largo día de reuniones de trabajo, tuve clase de francés y justo después de eso fui a buscar a Itzi a la estación de trenes de Figueres. Llegaba para pasar la noche en casa y a la mañana siguiente esperar a su amiga del alma Nadia que volvía desde París.
Aprovechamos la noche para ponernos al día un poco de todo y contarnos nuestras vidas en el que ya empieza a ser un mítico dentro de los lugares a visitar en Figueres: el Asador Castell. Ya os había contado que lo descubrí por sorpresa a principios de diciembre con mis padres. Cuando lo descubrimos, también era víspera de festivo y salía de clases de francés y mis padres me dejaron un mensaje en el móvil diciendo que estaban allí tomando un vino.
Cuando entré mi madre, estaba hablando con una pareja vasco-francesa, la chica era de Donosti y el chico era de cerca de Toulouse.
Quizás todas estas coincidencias (Itzi es más o tan vasca como el Athletic Club, ejem!!), y el no haber comido más que un mísero Donut en todo el día, influyeron en que asociase la noche a comer cochinillo. Aunque he de reconocer que estuve tentado de llevarla al Hotel Ampurdan a comer en plan delicatessen, pero eso lo dejaremos para otra ocasión que venga su novio o alguien más con quien compartir tan hermosa ocasión.
Así que después de unas cañas Itzi y yo estábamos sentados en el Castell pidiendo cochinillo para dos y unas anchoas para abrir boca.
El cochinillo no defraudó, excelente. Ahora bien, he descubierto que el cochinillo hay que comérselo recién salido del horno, quemando, de lo contrario pierde las propiedades.
Lo digo por experiencia, por que uno ya se ha comido muchos cochinillos en varios lugares de la península y eso al final tiene su recompensa. Ahora lo entenderéis mejor.
El fin de semana pasado, estuve en Logroño, celebrando el cumpleaños de mi abuela, a pesar de faltar bocas tan importantes como las de mis primos Carlos y Manuel, la de mi hermano Javi, mi tío Víctor decidió hacer un par de cochinillos en el super horno de su restaurante Kabanova. Osea que había cochinillo como por doquier. Yo fui testigo de cómo los preparó y os puedo asegurar que los cochinillos recién salidos del horno tenían una pinta soberbia, no obstante hubo que trocearlos y meterlos dentro de un recipiente cubierto con papel de aluminio, llevarlo a casa de la abuela, esperar a que llegase toda la familia, comer la super ensalada que hizo Iquico, y claro: el cochinillo estaba de morirse, y prueba de ello es que no sobraron más que unas costillitas, pero de todas maneras seguro que nos hubiésemos chupado más los dedos si nos lo hubiésemos comido en Kabanova. Por que mientras Víctor estaba troceando las piezas, yo vi cómo la piel tostada se partía como si fuese cristal y oía el ¡¡¡crec, crec!!! de la piel bajo la espátula, síntoma que el asado de la pieza ha sido perfecto.
Digo todo esto por que a pesar que Itzi tiene buen apetito, me tuve que comer gran parte de la ración del viernes pasado casi solo y ya los últimos trozos habían perdido su jugosidad inicial. Otra de las deducciones que he podido concluir, es que es mejor comer cochinillo que cenarlo, en grandes cantidades claro, si es comer la orejita y una costillitas no creo que pase nada.
Vuelvo a insistir, que mientras la pieza sea buen espécimen, el horno reúna las condiciones técnicas necesarias y el cocinero le ponga amor creo que el éxito está asegurado.
Al día siguiente me desperté por mi propio pié un poco fatigado de la semana y de la digestión pesada, no hay nada pero que levantarse todavía con la cena entre pecho y espalda. A pesar de eso reuní las fuerzas para levantarme, ir a trabajar un poco y a las 12 ya estaba de vuelta en casa listo para dar una vuelta por Figueres con Itzi y tomarnos una cañita al sol de febrero. Nadia nos confirmó desde la autopista que no iba a parar en Figueres, que estaba preocupada por el funcionamiento de su coche (un Panda del año de la polca) y que tiraba directamente a Barcelona.
Ya me había hecho el esquema de hacer tortilla de patatas para tres y la ausencia de Nadia no impidió que acabase haciendo en tiempo record una supertortilla de las buenas buenas con una ensalada preparada por Itzi, que le faltaba un poco de escurrir y de sal, pero esto si que acabó.
Después nos fuimos pitando hacia Barna, yo había quedado con mis padres para ir a ver Elektra, de Richard Straus en el Liceu y aproveché para llevarme la bici de montaña para salir al día siguiente con Carlos Muniesa.
La ópera supongo que se podrá catalogar como family-gore operístico, mucha sangre, parricidios varios, sed de venganza, padres que matan a hijas, hijos que matan a madres etc. Todo ambientado en las catacumbas de un gran palacio en algún año entre la década de los 30 y de los 50. La verdad es que me gustaría emocionarme tanto con esta ópera, por que lo merece, como con el cochinillo, pero no puedo. Supongo que cuando haya visto tantas óperas como kilos de cochinillo han pasado por mis fauces podré emitir valoraciones más emocionadas.
Al día siguiente, tocaba pique-test con la bici entre Carlos y yo. 50 kilometrazos alrededor de Collserola y su omnipresente torre de telecomunicaciones. Sube y baja trepidante, Carlos está en muy buena forma y yo todavía no estoy al 100%, pero no me preocupa, mi objetivo es abril con la cursa dels Bombers.

Era espectacular el número de ciclistas que había por los cientos de senderos que se esconden bajo los robles y pinos de Collserola, y no cuento con los bici-paseantes de la popular Carretera de les Aigües, me refiero a los aficionados a la BTT que se visten con el traje de luces y madrugan para subir hasta lo más alto en tiempo record ya sea con su bici de Decathlon o con una Audi, el caso es dejarse los riñones, sigo viendo a pocas chicas que se lancen, aunque poco a poco parece que se van animando.
Después de una merecida cervecita al sol en el Mirablau nos lanzamos por la Av. Del Tibidabo y nos despedimos hasta dentro de un par de semanas.
Una ducha reparadora y paso a buscar a mis padres para ir a comer al sol en la terraza de Can Costa en el Puerto de Mataró, anchoas, calamarcitos a la plancha, mejillones al vapor, paella de marisco y lubina,
Para hacer la digestión mi madre y yo nos vamos al cine con el objetivo de ver la última de los Cohen, pero sólo quedan las dos primeras filas. Así que entramos a ver Juno, un entrañable y divertido film sobre una adolescente que se queda embarazada a los 16 años y decide no abortar y dar la criatura en adopción a LA pareja perfecta.
Después de cargar la bici otra vez en el coche y despedirme de mis padres hasta la próxima, vuelvo a Figueres escuchando uno de mis programas favoritos de la Radio: Islas de Robinson, a aquellos que les guste el buen rock, os lo recomiendo, todos los sábados y domingos de 20:00 a 22:00.
Un abrazo a todos los que habéis compartido este fin de semana (y otros) conmigo.

4 comentarios:

javi duque dijo...

deja de comeeeeeeeeeeer neeeeeeeeeeeng vaaaaaaaaaaaaaaaaaaleeeeeeeeee

cotxinillooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo

aunke tb está bien q le des a la bici, mira

Anónimo dijo...

Qué suerte poder vivir un fin de semana tan guay. Yo hubiera pasado del cochinillo para cenar, pero la Elektra (en directo) es una de mis favoritas. Y pedalear el domingo por la mañana también me parece una gozada. A mí, después de vestirme de romano y esperar que se caldeara un poco el día ya que de madrugada tuvimos -4º, se me estropeó la bici y me quedé con la miel en la boca. No pude cambiar una cubierta nueva; el lunes la llevé al taller y el mecánico tampoco pudo ponerla.
En fin, sigue disfrutando de la vida, que enseguida llega una edad en la que los kilos de ópera superarán a los de cochinillo y no tendrás más remedio que aceptarlo.

Anónimo dijo...

Hola COCHI-BICI, procura no perder el equilibrio entre ambas cosas y empieza a cuidarte un pelín, las noches previas a las óperas es aconsjable quedarse en casa leyendo el libreto, cenando unos canapés ligeritos, y una ensalada rica rica, al día siguiente la ópera cunde más y concretamente el libreto de Elektra que es una autentica OBRA DE ARTE del sr. Hugo Von Hoffmanstal es para no perderselo.
¡¡¡Cuidate la rodilla boron¡¡¡ un beso grande mm

Carlos Cruzado dijo...

Quedamos para los Bombers¡¡¡ Yo ya me he apuntado y estoy poniendome en forma, aunque no tengo una buena liebre como el año pasado¡¡
Voy a tener que dejar de leer las criticas culinarias por la mañana, me entra un hambre de la ostia¡¡ Un abrazo