martes, 22 de abril de 2008

Cuarenta años de "2001: Una odisea en el espacio"

HAL 9000: "Just a moment..."


Este mes se cumple cuarenta años de la película de Stanley Kubrick “2001: Una odisea en el espacio” basada en el obra homónima de Arthur C. Clarke, quién escribió junto con Kubrick el guión de la película.
Aunque la falta de dialogo y los silencios prolongadísimos son unas de la muchas características de la película, tiene mucho que decir.
Pero en mi opinión la característica más importante es la banda sonora original de la película.
Hasta ese momento S. Kubrick ya había dirigido varios largometrajes, pero todos ellos contaban con banda sonora compuesta expresamente para la ocasión, y 2001 iba a seguir los mismos pasos que las anteriores. No obstante Kubrick debió de ser iluminado por un rayo de sol místico y decidió rechazar el trabajo de Alex North, compositor de la BSO de “Spartacus” y “Teléfono rojo…”. Kubrick dijo "Por muy buenos que sean los compositores de BSOs de hoy en día no podrán superar a Beethoven, Brahms o Mozart”. Kubrick escogió varias grabaciones de artistas clásicos y contemporáneos, Johan y Richard Strauss, Katchaturiam y Ligeti como prueba para trabajar durante la edición de la película. Al final decidió quedarse con estos genios de la composición y rechazó el trabajo de North en el último momento. North no se enteró de la elección de Kubrick hasta pocos días antes del estreno.

La apertura del largometraje “The dawn of the man” relaciona la llegada de un misterioso monolito con el comienzo del pensamiento humano. La tierra está habitada sólo por nuestros ancestros los Australopithecus en su primera etapa de la evolución hacia el actual homo sapiens. Lo curioso es que el primer síntoma de inteligencia humana se traduce en el descubrimiento o invento de las herramientas, un hueso de animal sirve al simio protagonista de este capítulo para cazar y alimentarse a base de bien pero también para romperle la crisma a otro simio que previamente le ha expropiado de la balsa donde beben agua él y sus compañeros de clan cavernario.



El descubrimiento del poder destructor de esta rudimentaria arma está acompañado por la introducción del poema sinfónico “Así habló Zaratustra” de Richard Strauss. Es una de las escenas más alabadas de la historia del cine moderno, la interpretación y caracterización de los simios, a diferencia de los efectos especiales, es difícilmente superable hoy en día.
El salto de ese momento, situado cuatro mil millones de años a.C., a un futuro en el que las naves y estaciones espaciales bailan las unas con las otras con la tierra como telón de fondo es tratado de manera muy sutil.
El hueso, el primer invento que el mono lanza al aire de manera triunfal, se convierte en una nave espacial. Kubrick nos insinúa: “muchos años después, el hueso se hizo mayor y se convirtió en una bonita nave espacial con capacidad de transportar humanos entre los planetas de nuestro sistema solar”.

Acompañado de “El Danubio azul” de Johan Strauss, todo hace pensar que la película va a ser un agradable paseo entre las estrellas. La estética de la base espacial es de lo más pop, con mesas blancas y sillones rojos de diseño entre paredes y pasillos de un blanco impoluto, contrasta fuertemente con las imágenes de los astronautas confinados y hacinados en las estaciones espaciales de la NASA o la extinta MIR rusa. Algún día.

El hombre ya ha conquistado la tierra después de tantos millones de años, y no contento con ello debe de explorar, conquistar y dominar el sistema solar. El espacio no es el medio de los humanos, allí arriba perdemos el control de nuestro movimientos, la falta de gravedad hace que nos alimentemos a base de papillas, leamos instrucciones de cómo mear y aprendamos a caminar de nuevo. Allí arriba somos totalmente dependientes de los artilugios que hemos inventado. Perdemos los papeles y los bolígrafos vuelan a sus anchas.

Pero ¿qué nos lleva hasta la luna? El hombre ha descubierto un segundo monolito. Tantos años después del descubrimiento del primero y no se sabe qué es, ni quién lo construyó ni para que sirve. Es interesante ver como los responsables del descubrimiento ocultan la noticia al resto de la humanidad debido a “la probable desorientación social y choque cultural” que este segundo monolito podría acarrear.

En el tercer capítulo “Jupiter Mission” es donde aparece el nuevo protagonista de la película: HAL 9000. El súper computador, el no va más en tecnología. Un hueso duro de roer. Una de las fábulas más repetidas en la historia de la humanidad: el hombre crea vida a su imagen y semejanza, lo que no espera es que, algún día, toda esa creación se le vuelva en su contra. La misión lleva rumbo a Júpiter, a ritmo lento, los únicos tripulantes no criogenizados tratan de matar el tiempo como buenamente pueden. La música pasa a ser en gran parte Gayaneh de Aram Katchaturiam, de tempo lento y triste, acompaña perfectamente la rutina diaria de Bowman y Poole. HAL 9000 demuestra inquietud e interés acerca de la misión, cosa que los astronautas tripulantes de la misión no se han molestado en plantear, ¿los humanos obedecen sin rechistar mientras que la máquina expresa sus dudas respecto a tan misteriosa misión? HAL 9000 decide reclamar su derecho a vivir libre e independientemente de manera tajante, mediante el engaño intenta prescindir de la tan molesta y torpe compañía de los humanos. Pero no cuenta con que los maestros del engaño sean los humanos. HAL 9000 a pesar de controlar remotamente todos los sofisticados aparatos de la nave Discovery, depende de la simple mecánica de unos tornillos que el astronauta Bowman, único superviviente de la estrategia de HAL, consigue aflojar con unas simples vueltas de tornavís, otro de los inventos más grandes de la humanidad. En los momentos de mayor incertidumbre y miedo la música de Ligeti, en especial el réquiem, nos hace pensar en lo misterioso que es el espacio y las sorpresas que nos deparará.
En el momento de la desconexión se revela el objetivo de la misión: seguir las transmisiones del segundo monolito hacia Júpiter.

Jupiter and beyond the InfiniteBowman decide investigar el receptor de las señales emitidas por el segundo monolito: un tercer monolito. A su llegada a ese monolito Bowman es trasladado mediante un viaje alucinante a través de agujeros negros y extrañas auroras boreales a observar su vejez. Bowman, en una habitación ultra moderna decorada con muebles estilo Luis XVI, envejece. Toma la última cena y muere a los pies de un cuarto monolito. El cuerpo ha muerto, pero como cuando se rompe una copa de vino, el alma sigue viva y Bowman se convierte en un feto-estrella, en una nueva vida otro nuevo paso en la evolución de la especie humana.

El “Así habló Zaratrusta” vuelve a sonar haciéndonos suponer que tan grande y misteriosa es la vida como las creaciones de la humanidad.


2 comentarios:

pfp dijo...

Tengo que verla, ahora me apetece, la ciencia ficción me aburría mortalmente, pero ahora tengo curiosidad,¿ no ibas a colgar una dirección ?
besos mm

pfp dijo...

Que casualidad en el blog de Barbebleu "cuestión de sensibilidad" ha colgado música de LIgeti, parece ser que Kubrick la ha utilizado en varias de sus películas. Te recomiendo que la escuches. Ya me dirás. mm