martes, 15 de enero de 2008

Hivernal del Bages 2008


Este domingo pasado era la primera cita con el deporte del año para mi. El año pasado me tocó correr con Carlos Cruzado y Raoul Farer (y su hijo Luc) la Cursa de Sant Antoni 2007, que acabé con uno de mis peores registros en carreras de 10 km, superando los tres cuartos de hora. Recuerdo que cuando acabamos nos bebimos unas cuantas Moritz y a partir de ahí empezamos todos a progresar bastante con nuestros tiempos y yo llegué a bajar de los 40' en la Cursa dels Bombers de Barcelona de 2007.

Este año, sin embargo, la cita ha sido con la bici de montaña y con Carlos Muniesa. En el pueblo de Santpedor, al norte de Montserrat, cada año desde hace ya quince (o más) se celebra la Hivernal de Bagés.

Esta prueba se compone de unos 46 kilómetros combinados en superficies de pista forestal, senderos, rieras, caminos de piedras, barrizales y sólo un poquito de asfalto.

La carrera (no competitiva) empezaba tranquilamente a las 8:30 con una salida gradual de los más de 300 corredores inscritos. Nada más empezar todavía calentito del coche y amodorrado por el sueño y la calefacción te encuentras pedaleando al lado de una vía de tren donde pudimos ver que la catenaria estaba completamente escarchada por el frío helados de la zona a pesar de un sol recién amanecido cegador. Un poco más adelante nos adentrábamos en la primera pista donde nos hacían una fotografía, que a la llegada podíamos recoger. En la fotografía todos aparecemos limpitos, sonrientes, con las bicis relucientes y sus neumáticos brillantes, nuestro flamante nuevo equipo de culottes y maiots recien traído de oriente por Sus Majestades los Reyes Magos. A la llegada el que no iba de barro hasta las orejas: a) o era un pro o b) había encontrado un atajillo.


Carlos y yo llegamos justos de tiempo y salimos de los últimos. El recorrido estaba perfectamente señalizado en todo momento y a pesar de ir durante gran parte del recorrido solos, no tuvimos serias dudas de por donde continuar o desorientación. En zonas de senderos entre los arboles, los centenares de bicis que habían pasado antes de nosotros habían marcado perfectamente el recorrido.

El circuito combinaba zonas técnicas con pistas de transición y pendientes muy pronunciadas que requerían ponerse la bici a las espaldas, así como bajadas de miedo en las que sólo los más expertos podían arriesgarse a no desmontar de la bici.

Al cuarto kilómetro, ya nos habíamos bajado un par de veces a empujar y empezamos a pasar a rezagados y a grupos que habían pinchado, la dureza del recorrido empezaba a enseñar los dientes.

Sin embargo todavía estabamos frescos y contentos de habernos animado a una carrera de este estilo.

La carrera tenía aproximadamente unos 4 puntos de avituallamiento, uno en el pk. 13, otro en el pk. 26 y los dos últimos estaban muy seguidos en el pk. 37 y 39 (en la línea de meta también había avituallamiento y duchas). En ellos podías tomar de todo: naranjas cortadas en cuartos, caldo, agua, bebida isotónica, donuts, cocacola. Pero el avituallamiento estrella, en el que más rato nos paramos fué en el segundo, en ese había barbacoa consistente en bocadillos de butifarra y panceta, así como porrones de vinacho que actuaban a modo de queroseno para activar los recatores y turbinas de nuestros cuadriceps, aductores y gemelos.

Yo en este punto me encontraba francamente mal y me arrepentía de haber comido tanto cordero, cochinillo, langostinos, lubina... durante las fiestas de Navidad. Además, las rodillas, una por delante y la otra por detrás me dolían y no me permitían aprovechar al 100% las pocas fuerzas que en esos momentos me quedaban.


Ya en esos momentos Carlos empezaba a demostrarme que su estado de forma era bastante más bueno que el mío y mientras veía que en las cuestas se alejaba me empezaba a plantear apuntarme al gimnasio que hay cerca de casa aunque sea para realizar un par de veces por semana el milagroso spinnig.


Como decía ya había empezado a pensar en abandonar la carrera a mitad de recorrido, por que el perfil que había al lado de la barbacoa mostraba que todavía nos quedaban tres Mortirolos más. Pero no se de donde saqué valor a para continuar. Nos quedaban tres horas por delante muy duras.


La segunda parte al final no era tan dura como la primera pero presentaba repechos desesperantes y pistas llenas de barro que se pegaba a las cubiertas de las ruedas a modo de lastre. Por suerte había zonas de bajada muy divertidas que requerían un cierto nivel técnico en las que podía compensar el tiempo que me sacaba Carlos en las subidas. Pero eran las que menos. Llegado un momento mis muslos empezaron a sufrir calambres incontrolables y mis gemelos parecían inmovilizados por dos botas de esquiar. Poco a poco el tiempo y el espacio iban pasando y llegamos a una pista en la que se olía la civilización.


Al final tradamos unas siete horas en recorrer el circuito. Pero una buena ducha (fría, el agua caliente se la habían acabado los más espabilados) nos estaba esperando para refrescarnos las ideas. A Carlos en su cuenta kilómetros le aparecían unos 50 km, cuatro más de lo que decía la organización.

No obstante la experiencia es muy recomendable y Carlos y yo quedamos en que hay que hacer más salidas de este estilo más a menudo, siempre y cuando me entrene durante la semana haciendo spinning o como sea, cosa que ya he empezado a hacer.

sábado, 12 de enero de 2008

The Spirit of The Marathon


Dentro de dos semanas, el 24 de enero de 2008 se estrena el primer largometraje dedicado a la marathon de no ficción.

Lástima que sólo está prevista estrenar en Canadá y EEUU. Para los que la queramos ver en cines de fuera de Norte América deberemos esperar o hacer presión en el sitio web de la película: http://www.marathonmovie.com/

En el sitio existe un apartado donde puedes dar tu contacto y poner el país desde donde escribes. Quizás así decidan comercializarla en España.

La película está rodada en plan documental y gira entorno a seis personajes reales que explican sus motivos para correr la maratón. Por un lado aparecen los amateurs, como una mujer divorciada, un jubilado de 70 años que va a por su quinta carrera acompañado de su hija de 40 años, una estudiante de doctorado y un perseverante corredor que quiere batir su marca personal. En el otro lado de la moneda aparecen los profesionales, los que corren por dinero, Daniel Njenga keniata profesional cuya mejor marca es 2:06:16 y Deena Kastor, medalla de bronce en las olimpiadas de Atenas de 2004. A parte aparecen brevemente otras estrellas como Paula Radcliff, Alberto Salazar o Paul Tergat, entre otros, así como personalidades del mundo de la larga distancia y empresarios relacionados con este mundo que lleva a más de 1.000.000 de atletas al año a cruzar la meta de una maratón.

Ambientada en cuatro continentes, ha tardado más de cuatro años en producirse. Para los que tengáis un poco de tiempo os recomiendo que deis un vistazo al vídeo promocional.

Aparenta un poco americanada (al que no se le haya caído una lagrimilla con una americanada que tire la primera piedra), supongo que los que hemos corrido una maratón merecemos un homenaje de este calibre.

jueves, 10 de enero de 2008

Vuelta a empezar(II) - Atenas

Atenas desde la Akropolis

Lo primero que vimos al llegar a Grecia fué el aeropuerto de Atenas. Llegamos a las once de la noche de allí y tuvimos que esperar la maleta de mi hermano, en la que yo llevaba todas mis cosas. El aeropuerto de Atenas es como cualquier otro, nada de especial, salvo los carácteres griegos, en lo demá es como todos. A la salida, un montón de taxis esperaban llevar a todos los recién llegados a sus destinos. Cabe decir que la cola que había que hacer para coger un taxi era más civilizada y ordenada de lo que me esperaba. A pesar de lo larga que era la cola no supuso mucho tiempo de espera.

El taxista que nos condujo a la ciudad iba vestido con chaqueta y una especie de bufanda sin anudar al cuello. Yo me sente de copiloto y mis padres y mi hermano en los asientos de atrás. El taxista hablaba un poco de inglés y nos iba comentando algunos pequeñas curiosidades de la ciudad. Mis padres le comentaron que ellos ya habían visitado la ciudad hacía 30 años, a lo que el taxista respondió con un poco de pena: "all was much better then". Mientras nos conducía por la autopista que lleva a la ciudad, a esas horas ya vacía, sonaba en la radio del coche música griega tanto instrumental como cantada. Casi todos los taxistas atenienses llevan la misma emisora, ahora no recuerdo el nombre que aparecía en las pantallas de las radios, pero creo que era Anthena, supongo que será una especie de Radio Olé pero de floclore griego.
Al llegar al hotel, ya a media noche pasada, nos entregaron las llaves de las habitaciones y preguntamos por algún sitio donde fuese posible cenar. Nos dimos cuenta que verdaderamente el espíritu mediterraneo existe puesto que a la una de la nche es posible cenar tranquilamente y la gente está empezando la noche. El ambiente nocturno de la zona de Placa no difiere mucho del que se pueda encontrar en Chueca o Ciutat Vella.
La comida es buena, aunque, claro, comer todos los días fuera de casa al final acaba cansando. Las ensaladas suelen tener muy buena presencia y casi siempre se añade queso fresco o feta, que es un poco más curado, la fruta es de primera calidad y la suelen incluir en todos los postres de menus, luego dominan todas las carnes, con especial predilección por las de cordero y cerdo, un poco más especiados que lo que estamos acostumbrados aquí y a veces cubiertas con salsa de yogurt. Aunque los pescados al horno también los dominan muy bien, doradas, lubinas, pescadito frito, chipirones...
En cuanto a la ciudad, sorpende lo extensa que es, desde el monte del Akropolis, se puede ver como la ciudad se estiende por los cuatro puntos cardinales hasta donde alcanza la vista o las montañas y el mar lo permitan.
Es curioso pasear por las calles de la parte más moderna de la ciudad, si uno se despista un poco tendrá la sensación de estar en una ciudad que tiene algo de familiar o ya visto. A parte los atenienses tienen un aspecto muy parecido a todos los europeos del sur y en mi opienion visten más parecido a los españoles que no a los italianos.
En cuanto a la parte histórica de la ciudad, principalmente el barrio de Placa está plagado de tiendecitas de toda índole, restaurantes, algunos muy auténticos, otros más estilosos y ruinas griegas, el Ágora fué descubierto en los años 30 cuando se disponían a realizar las obras del metro y se tuvo que derruir unos 400 edificios para proceder al desentierro de las ruinas.

También es recomendable la visita al Museo Arqueológico donde se encuentra una máginfica colección de escultura y de cerámicas.

Merece la pena madrugar uno de los días para llegar a Delfos. Se tarda unas tres horas en llegar en autocar, con guía turística que vaya explicando un poco la historia del lugar. El problema es que la guía te explique las cosas de buena mañana cuando te apetece dar una cabezada en el autocar. En Delfos te das cuanta que el invento de la televisión es relativamente nuevo, pero que el próposito es el mismo que hacía 3500 años: tener acojonada a la gente. Delfos es un sitio al que los habitantes de la Grecia antigua acudian a oir el oraculo sobre su vida. A cambio de una donación podías saber si tu cosecha sería optima dependiendo del mes en que hicieses la recolecta. Me imagino que cuanto más buena fuese la donación mejor se expresaría el oraculo. Lo curioso del oraculo es que los transcriptores de los sonidos lo escrivían en griego, pero sin puntuar, lo que daba pié a multiples interpretaciones de una frase, por ejemplo: "Este año grandes cosechas no sequías". ¿En que quedamos Oraculo? Bueno, para rentabilizar el tema del oraculo, ya en aquel tiempo se podía entretener bien, con el teatro, bien con carreras en el estadio... Debía ser como Las Vegas de hoy en día, sólo que cambiando el oraculo por los dados.

Delfos es uno de los 200 mil sitios que se ha considerado el centro del universo. Otros grandes lugares que sus autoctonos han considerado el centro del mundo: Rapa Nui, Paris, Nueva York, Getafe... A la vuelta paramos en la ciudad de Arajova que es un pueblecito de montaña, cuyo patrón es San Jorge. El 23 de abril, día del patrón, se celebra una tradición que consiste en que los hombres mayores de la ciudad suben corriendo unas escaleras (un montón, las vimos desde el autocar y nos dolieron a todos las rodillas) y el que llega primero puede besar a todas las arajovenses que quiera.

Otro día visitamos el Cabo Sunión, desde donde se suicidó el rey Egeo (de ahí el nombre del mar Egeo). Por lo visto su hijo, Teseo, fué a luchar contra el Minotauro de Creta para liberar a los atenienses del tributo anual de 7 chicos y siete chicas a sus enemigos los malísimos cretenses. El caso es que a Teseo se le olvidó arriar las velas de color negro (señal de que Teseo habría muerto en la lucha contra el Minotauro) con las que partío hacia Creta. Cuando hizó las blancas su padre, Egeo, ya se había tirado desde lo alto del acantilado hacia el mar. Suopongo que antes el acantilado debía de ser un poco más empinado por que yo calculé que antes de caer al agua te dabas varias veces con las rocas y eso resulta menos legendario.

Cabo Sunión: Díficil practicar la caida libre hoy en día


Bueno la moraleja de esta leyenda: navega con velas blancas y lleva siempre radio para comunicarte con la autoridad portuaria.

Templo de Poseidón


Allí, en Sunión se encuentra el templo de Poseidón, que es el que sale en los yogurts griegos de Danone, (curiosidad: en el yogurt griego de Carrefour aparece Santorini). Aproximadamente se tarda una hora y pico en llegar allí, se circula por una carretera con muchas curvas pero de dos carriles por dirección, no muy transitada y con bastante presencia de ciclistas a pesar del viento que soplaba. Nos imaginamos que esa misma carretera debe ser un infierno un domingo por la tarde de verano con todos los miles y miles de atenienses volviendo a Atenas después de pasar un fin de semana en la playa. Pero vaya, nada que envidiar a la Costa Brava.

A la vuelta de Sunión, hicimos parar al conductor del autobús antes del desvio hacia el centro de Atenas para que nos apearamos cerca de Mikro Limanos, Puerto Pequeño, donde nos comimos una fenomenal Dorada al horno.

Y nos volvimos por el mismo lado que vinimos, por el aeropuerto. Pero por la mañana. Así que pudimos ver algunos de los montes nevados que sobresalían de las nubes donde probablemente esquiaban los vecinos de Arajova.

miércoles, 9 de enero de 2008

Vuelta a empezar (I)

El hombre
Un año más que queda para la historia.

Hacía mucho que no escribía, pero eso se debe a que me he dado unos días de vacaciones. Feliz año a todos, por cierto. Espero que lleno de paz, salud, amor y mucha pasta.
Desde la última entrada estuve bastante ocupado con el trabajo y mirando hacia atrás, me sorprende que no haya pasado ni un mes desde la última entrada (14 de diciembre) relativa a la visita de mis padres durante el puente de la Constitución. De ese día hasta hoy han pasado tantas cosas y he estado en tantos sitios que parece que haya pasado una eternidad.

Os lo resumo para aquellos que tengais la suerte de poder leer tranquilamente durante un rato.

El viernes 21 después de una de las multiples comidas de empresa de navidad que se celebran, cogí el coche, con la bicicleta a cuestas, y me largué con viento fresco (hacía frío) hacia Ezcaray. Allí me esperaba mi tío Víctor con Maras para hacer unos cuantos kilometros con la bici. Podeís investigar su punto de vista sobre mi visita en http://kabanova.blogspot.com/ (entrada de 23 de diciembre de 2007).
En la Rioja me ha dado tiempo de ver a toda la gente sin excepción, abuela, abuelo,Silvia (que me ha llenado el maletero hasta los topes, Elena, Víctor, Maras, Manu, Natalia, Enea, Ikiko, Ester, Ester madre, Carlos, Luis, Zeta, osea, un no parar brutal combinado con partido de paddle, Karts, bolos, comidas a tutiplen y bici. Me fastidié un poco la rodilla (por la parte de atrás) y he estado cascado durante todas las vacaciones. Al menos no ha sido una lesión que me haya impedido montar en bici, pero para subir escaleras si que era un poco incómodo.


Muy poca mesa para tanta comida

Bueno, en total durante los tres días que estuve por la Rioja hice unos 125 kilómetros que sirvieron de penitencia para ganarme las comilonas que me metí entre pecho y espalda. Así que estuve inmerso en un círculo pecaminoso.
A nuestra vuelta a Madrid el mismo día de Navidad, mi hermano y yo hicimos una breve salida por Lavapiés con unos amigos de Pozuelo: Rober, Fer, Sara, Dani... El panorama en Lavapìés era el habitual: el vuelo de la litrona combinado con la estampida repentina se ha convertido en el deporte autóctono del barrio y el entretenimiento de los visitantes como nosotros que nos sentábamos en los bancos obserbando el espectáculo. Sociológicamente debe de ser muy curioso ver como en sitios tan lejanos como el Raval y Lavapiés se ha desarrollado el mismo deporte, supongo que es causa de la globalización.

Al día siguiente nos fuimos volando a Grecia. Pero eso lo explicaré en otra entrada. Que pondré mañana.

Navidad con los Molinos del León Dormido