viernes, 24 de agosto de 2007

Arrancando motores


Ya hace una semana que he realizado la mudanza junto con la inestimable ayuda de mi amigo y colega Carlos Cruzado (colega de la universidad Carlos III), mi no menos amiga Begoña y por su puesto mis padres, en especial mi madre que decidió sacrificar su hora de siesta a cambio de una buena paliza de desempaquetar enormes cajas de cartón llenas de comida para la despensa.

Por fin he dejado de vivir en el hotel y he comprado por primera vez en el supermercado (hipermercado, perdón) para rellenar mi nevera, que permanecía vacía desde hace bastante tiempo.

Dicen que lo que más estrés produce en esta vida es el cambio de trabajo, cambios de casa y transtornos de la familia. Pues bien, la suma de los dos primeros cambios la vengo padeciendo desde hace varios meses y todavía parece que estoy en la cresta de la ola.

EL viernes llegué a Barcelona en tren y me dirigí a recoger la furgoneta que había alquilado. Me dirigí presto a la Zona Franca a realizar compras varias de bricolage. La unión es barstante cañí: furgoneta, Zona Franca y bricolage. Aunque la Zona Franca ya no es lo que era. Valga como muestra la foto de arriba en la que vemos como se está construyendo a base de bien.

El sábado pasado empezó pronto y no del todo bien: "La Flauta" había cerrado sus puertas y no pude despedirme de mi ex-barrio como a mi me hubiese gustado, es decir, desayunandome un par de flautas del el dia que seguro hubiesen sido de butifarra con queso.

Por suerte La Farga estaba abierta y pude comerme un cruasán plancha con un kilo de mantequilla y otro kilo de mermelada.

Al poco rato llegaron Carlos y Begoña a meter mano a todos los trastos y cajas que pululaban por la casa. Los cargamos en la Fiat Ducato que había alquilado para hacer la mudanza el día antes y marchamos rumbo a Figueres.

La AP7 a la hora de comer era un continuo atasco que nos impidió disfrutar de la comida con mis padres en el hotel Almadraba. Llegamos a las tres a Figueres con el tiempo justo para comprar un pollo asado y un poco de fideos en una casa de comidas que está enfrente de mi nueva casa.

Descragamos los trástos rápidamente y nos volvimos a Barcelona. Una vez allí vaciamos la casa definitivamente y Begoña se despidió de nosotros.

Carlos condujo la furgoneta de vuelta a Figueres y llegamos a las 20:00. Todo un record. 450 kilometros recorridos y dos cargas completas de furgonneta.

A la llegada a Figueres nos esperaba un baño inaugural en la piscina de la comunidad y después una obra de teatro dentro del recinto del Castell de Peralada, la obra se llama "Los Persas, Requiem por un soldado", de Calixto Bieito, basada en un antiquisimo relato de la Batalla de Salamina de Esquilo, datada del año 480 a.c.

Trata de un destacamento de agerridos soldados españoles en Afganistan al cual se les manda una misión de desalojo de una escuela. Lamentablemente la misión no puede cumplirse y los soldados empezarán a mostrar los verdaderos motivos por los cuales se alistaron al ejercito. Los actores eran a la vez músicos y cantantes que interpretaron canciones de Janis Joplin (Cry Baby), Pink Floid (In the Flesh) y Edwin Starr (War), además de un himno nacional español tocado a lo Jimmy Hendrix. Igual que en la versión que vi en la Kommische Oper de Berlín de la Madamme Buterfly en la que Pinkerton se quedaba en pelotas sólamente cubierto por una bandera de los Estados Unidos, en Los Soldados, uno de los protagonistas se queda en pelotas sólo con la badera española atada a la cintura. Pese a estar en Cataluña, algunos espectadores abandonaron sus butacas a media representación.

Una obra curiosa y divertida sin dejar de lado la vertiente trágica, crítica y antbelicista.

Desde luego, lo mejor que he visto en el Festival de Peralada en toda la temporada.

Más tarde llegó la merecida cena para Carlos y para mi en la que nos tuvieron que llamar la atención por deborar tantos langostinos.

Al día siguiente: relax y vida. Excursión en kayak desde la playa de Almadraba hasta una cala de piedras y agua transparente, sesión de sauna, para llegar a mesa puesta y degustar un arroz con balao y un poco de cohinillo mientras observábamos gotas caer a mogollón.
Una vez acabado el fin de semana empieza lo que va a ser mi nueva vida aquí. Todavía quedan muchas cosas por montar y muchos trastos que ordenar. Una casa nueva que hay que rodar antes que funcione al 100%.
Cada vez que me voy a la cama Mitshubishi Motors tiene la gentileza de darme las buenas noches.

2 comentarios:

LUC dijo...

Tiiiooooooooooooooooo!
A nosotros nos toca la mudanza final este martes! Espero de no hacer otra en los proximos cinco años...es como has dicho...lo que mas estres produce...y lo mejor es cuando por lo menos dos o tres de las cosas coinciden. Pero es igual, por lo menos tendremos una habitacion adicional para cuando vendras a visitarnos. Que lastima de verdad que la Flauta estaba cerrado...pero una excursion un kayak suena muy bien...Bueno, que lastima que no he podido ayudarte con la mudanza...ya se la marca de tu proximo coche! Muchos saludos de los EE.UU. de los cuatro Farer en Chapel Hill.

Anónimo dijo...

lo peor de las mudanzas es que se te va acumulando un desarraigo y aunque vayas a casas mejores o lugares más bonitos echas en falta el rincón de tú primera cocina, donde te tomabas el café por la mañana o la baranda de la terraza de un sexto piso donde te fumabas el último cigarrito del día, o la charcutería de abajo que siempre te sacaba de un apuro a última hora... al final añoramos lo que dejamos aunque lo dejemos voluntariamente...pero bueno, ¡adios amigo hola amigo¡ y si no mira tú el Mitsubisi que te va a dar las buenas noches por una buena temporada ¡quina sort noi¡ sayonara