Uhhh!!! Que mal he dormido, ¿quizás el exceso de ingesta de caracoles de ayer en Tapis? No se, venga, un café. ¡¡¡Rápido, ya!!! ¿Cómo? Que no hay café, que desastre, mira que lo tengo apuntado desde hace una semana en la lista de la compra.
Bueno, me lo tomaré en la Nacional II.
Salgo de casa medio grogui. Hace frío y sopla la tramuntana. Por suerte en Ripoll no suele soplar la tramuntana.
Buuuu!!! Que mal rollo que la Nacional no ha abierto todavía, claro es domingo y son las ocho menos cuarto de la mañana. Pues nada, me tendré que tomar el café en cuanto lleguemos a Ripoll, pero eso me fastidia por que necesito ir al baño y no hay mejor laxante que un buen cafelón con leche, y todos sabemos que el efecto suele ser, si no inmediato, casi, y me gusta salir habiendo ido al baño (que bien me ha quedado este eufemismo), especialmente después de un día de comilona.
Una vez en Ripoll, donde hace un frío que pela, tenemos que ir hasta la salida, que es donde entregan los dorsales.
Voy con Artur, Silvia y Jonathan, hemos aparcado el coche en la zona de la llegada, que está a un kilómetro de la salida, así que hay que ir hasta la salida, volver al coche para quitarnos la ropa de abrigo y volver a la salida. Vaya mareo.
Una vez en la zona de salida me puedo tomar el café prometido. Me lo tomo de golpe y voy al baño. Pero parece que no hace efecto. Salgo a la calle y me pongo al sol. Ha subido la temperatura, al sol se está de maravilla y eso me relaja un poco.
Sólo quedan dos minutos para la salida y me da un retortijón, se me retuercen las tripas por un momento y pienso, “Por favor. ¡¡Ahora no!!!”.
Parece que mi cuerpo, hoy, se a empeñado en ir por otro lado en protesta de la caracolada de ayer.
Bueno, da igual, ahora no voy a ir al baño, seguro que se me quitan las ganas en cuanto den el pistoletazo de salida.
Ala, a correr!!
Empezamos por las calles frías de Ripoll en dirección este, hacía Sant Joan de les Abadesses por la carretera principal. Hasta el kilómetro tres no empiezo a entrar en calor de verdad. Hace frío y los primeros tres mil metros, se hacen por la sombra con lo que mi barriga coje un poco de fresco y además tengo una pequeña molestia en los gemelos.
Segundo aviso de mi barriga. Uf, esto me recuerda a la vez aquella en Caldetes, pero la carrera era solo de 9,5 kilómetros, hoy es media maratón. Quedan 17 kilómetros y unos cuantos apretones más que habrá que aguantar como sea.
Bueno, me lo tomaré en la Nacional II.
Salgo de casa medio grogui. Hace frío y sopla la tramuntana. Por suerte en Ripoll no suele soplar la tramuntana.
Buuuu!!! Que mal rollo que la Nacional no ha abierto todavía, claro es domingo y son las ocho menos cuarto de la mañana. Pues nada, me tendré que tomar el café en cuanto lleguemos a Ripoll, pero eso me fastidia por que necesito ir al baño y no hay mejor laxante que un buen cafelón con leche, y todos sabemos que el efecto suele ser, si no inmediato, casi, y me gusta salir habiendo ido al baño (que bien me ha quedado este eufemismo), especialmente después de un día de comilona.
Una vez en Ripoll, donde hace un frío que pela, tenemos que ir hasta la salida, que es donde entregan los dorsales.
Voy con Artur, Silvia y Jonathan, hemos aparcado el coche en la zona de la llegada, que está a un kilómetro de la salida, así que hay que ir hasta la salida, volver al coche para quitarnos la ropa de abrigo y volver a la salida. Vaya mareo.
Una vez en la zona de salida me puedo tomar el café prometido. Me lo tomo de golpe y voy al baño. Pero parece que no hace efecto. Salgo a la calle y me pongo al sol. Ha subido la temperatura, al sol se está de maravilla y eso me relaja un poco.
Sólo quedan dos minutos para la salida y me da un retortijón, se me retuercen las tripas por un momento y pienso, “Por favor. ¡¡Ahora no!!!”.
Parece que mi cuerpo, hoy, se a empeñado en ir por otro lado en protesta de la caracolada de ayer.
Bueno, da igual, ahora no voy a ir al baño, seguro que se me quitan las ganas en cuanto den el pistoletazo de salida.
Ala, a correr!!
Empezamos por las calles frías de Ripoll en dirección este, hacía Sant Joan de les Abadesses por la carretera principal. Hasta el kilómetro tres no empiezo a entrar en calor de verdad. Hace frío y los primeros tres mil metros, se hacen por la sombra con lo que mi barriga coje un poco de fresco y además tengo una pequeña molestia en los gemelos.
Segundo aviso de mi barriga. Uf, esto me recuerda a la vez aquella en Caldetes, pero la carrera era solo de 9,5 kilómetros, hoy es media maratón. Quedan 17 kilómetros y unos cuantos apretones más que habrá que aguantar como sea.
La mitad de la carrera es en ascenso, hasta llegar a Sant Joan de les Abadesses y luego casi todo descenso de vuelta a Ripoll.
Así uno no disfruta de la carrera. Estás con la cabeza en otro lugar, más preocupado de tu esfinter que de tus piernas y por esto creo que he acabado medio cojo.
Por supuesto, no me ha quedado más remedio que dejar un buen regalo en varios WC de la capital del Ripollés.
Bueno, la parte positiva es que, Silvia, Jonatan y yo hemos hecho nuestras mejores marcas en media maratón.
Así uno no disfruta de la carrera. Estás con la cabeza en otro lugar, más preocupado de tu esfinter que de tus piernas y por esto creo que he acabado medio cojo.
Por supuesto, no me ha quedado más remedio que dejar un buen regalo en varios WC de la capital del Ripollés.
Bueno, la parte positiva es que, Silvia, Jonatan y yo hemos hecho nuestras mejores marcas en media maratón.
Mi resultado, 1:34:45
Media: 4:31 min/km 

Los 

 






Nacido en el seno de una familia de pastores etíopes, Abebe viajó a Addis Abeba para ingresar en el cuerpo de guardaespaldas imperial de Haile Selassie. Allí destacó como atleta pero el seleccionador no se fijó en él para llevárselo a las olimpiadas de Roma ‘60. Poco antes del despegue del avión, el primer seleccionado, Wami Biratu, se rompió el tobillo jugando al fútbol y el seleccionador incluyó en el último momento a Bikila, que iba de segundón junto con Mamo Wolde (oro en México ’68).


 
 

La cena acaba y los calores hacen que muchos, cuando ya se ha ido la gente respetable, acabemos refrescándonos en la piscina, Vania empieza a llamarme como si fuera mi madre y me dice que ya es hora de que salga de la piscina me vaya Morro d’Alba. Bueno, salgo de la piscina raudo por que no quiero ni pensar qué es lo que pasaría si refunfuño a la novia en una noche tan especial. La propietaria del albergue y su novio me lleva en su coche al albergue y allí esperamos al resto de crapulines con los que deberemos saludar al nuevo día.
